El autor hace de la carta de una paciente no sólo un auténtico testamento vital sino, y lo que es más llamativo, un canto a la vida, con el reconocimiento de las cosas y de los aconteceres que han impregnado su día a día y que quiere que lo sigan haciendo.
Querida Dra Ana Veraz:
Le daré esta carta en mano cuando venga a visitarme a casa, y podré explicárselo mejor de viva voz, pero quiero que tenga este documento para que sepa con claridad lo que quiero de usted y de otros profesionales, así como de mis familiares, amigos, compañeros y vecinos, y de la vida en general. Espero que no sea demasiada carga para usted.
Esto se acaba. El cáncer de ovario ya no tiene remedio. En el hospital insisten en más y más quimioterapia, pero he dicho ¡basta ya!, y es ¡basta ya! No quiero más tratamientos heroicos, crueles y fútiles. Quiero morir en casa tranquilamente, quiero morir en paz.
Yo no tengo valentía, yo no lucho contra el cáncer, yo soy sólo una mujer desvalida que quiere conservar su dignidad hasta el final
Voy a depender mucho de usted. Nos conoce hace muchos años (¿veinte?) y acompañó ejemplarmente a morir a mi marido hace un año. Lo mató el tabaco, con su EPOC, y los últimos meses fueron duros. Ahora vivo sola pero vendrán con frecuencia los sobrinos, y la mayor, Susana, podrá llegar a quedarse a vivir si se precisa. Echo tanto de menos a Julián… Nadie podrá escribir eso de “Carta a mi esposa muerta” http://www.actasanitaria.com/carta-mi-esposa-muerta-sin-la-etica-del-basta-ya/
Yo no tengo valentía, yo no lucho contra el cáncer, yo soy sólo una mujer desvalida que quiere conservar su dignidad hasta el final. Nadie podrá llamarme valiente, he sido sólo obediente. Nadie podrá escribir eso de “Rondó para Beverly”
“Cuando estabas acostada de espaldas sin poder moverte porque el dolor te atenazaba, cuando lo único que podíamos hacer para amortiguarlo era darte otra dosis de morfina o de cortisona o recolocar los almohadones debajo de tu cuerpo, cuando ya no podías levantarte para comer y solo podías beber por medio de una pajita , cuando solo te podíamos alimentar a bocaditos, siempre con la misma cucharilla, una que tenía un mango que te gustaba, cuando había que lavarte seis veces al día, cuando ya solo orinabas o defecabas en pañales, cuando te frotábamos los talones o los codos para evitar que te salieran escaras, estabas incomparablemente bella. Y esa belleza incomparable emanaba de tu valentía”. http://gerentedemediado.blogspot.com.es/2015/08/rondo-numero-2-para-beverly.html
Tampoco tengo miedo, eso no. La muerte llega como parte de la vida, una vida que he vivido en su esplendor, con aciertos y errores pero siempre con el disfrute de mi profesión de maestra, incluso ahora que estoy jubilada. Dice el Eclesiastés: “Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: un tiempo para nacer, y un tiempo para morir; un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar…”
Y esa es la primera cosa en la que quiero que me ayude, pues no deseo la presencia de ningún cura ni religioso en casa. Por favor, es importante porque tengo una sobrina del Opus Dei y no sé si se respetará mi voluntad, que ya se la he expresado. Si le preguntan o si puede manifestarse, que no haya dudas: no quiero curas ni monjas, ni nada parecido. Eso no quita para que sea mi deseo el disfrute de la belleza del canto gregoriano, si puede ser incluso cuando esté firmando el certificado de defunción (dicen que se sigue oyendo muy hasta el final). Recéteme un dosis diaria de canto gregoriano, al menos una hora. Si puedo elegir, me gusta especialmente el canto gregoriano de los monjes de Santo Domingo de Silos (España) y de las monjas de Argertan (Francia).
También me gustan mucho Stravinsky y Schönberg, pero es casi un vicio privado que no me atrevo a pedir que lo recete, aunque quizá sí, a días alternos, una obra de cada uno. Mi amiga Elena puede hacer la selección de piezas, autores y orquestas pues toda la vida hemos ido juntas a los conciertos
Tampoco tengo miedo, eso no. La muerte llega como parte de la vida, una vida que he vivido en su esplendor, con aciertos y errores pero siempre con el disfrute de mi profesión
Porque éste es mi deseo, éste es mi documento de voluntades anticipadas, mi testamento vital. Ya sé que usted se encargará de los aspectos negativos, de evitar el dolor, la ansiedad, el insomnio, el estreñimiento, las úlceras, la alimentación forzada con sonda o con goteo y todo eso que evitó y tan bien hizo con mi marido. Ahora le pido más, algo de lo que yo me encargué con mi marido, le pido que me ayude en lo que pueda a disfrutar de la belleza, del arte y de los placeres de la vida hasta el final. Ya sé que “no entra por el seguro”, pero sus palabras y su autoridad están por encima de la burocracia sin fin del sistema sanitario.
Es sencillo, tipo el canto gregoriano. También hasta el final deseo disfrutar de esos olores que tanto me han llenado, especialmente de la mañana en el jardín. Aunque esté moribunda, que no tengan miedo a sacarme al amanecer al jardín, que me envuelvan bien pero que me dejen disfrutar de esos momentos incluso en los días que vienen, de crudo invierno. Como “En lo más crudo del crudo invierno” no quiero ser una obra inmortal, quiero ser obra actual, mientras viva; después no me importará sumarme al clan de las de “Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto”. Y esa la otra cuestión, que me dejen disfrutar de la belleza del cine, que por mal que esté no me suspendan la dosis diaria de cine con la que me entontezco un poco. A veces cierro los ojos, a veces me duermo, a veces las películas duran demasiado, pero siempre me calman, siempre me distraen, siempre me alivian. Por favor, recéteme un película al día, para que mis sobrinas crean que es “por orden facultativa”.
Además, sería bonito y sencillo lograr tener un recambio fresco de bolsitas aromáticas de lavanda bajo la almohada, nueva todos los días. Por favor, recéteme un saquito nuevo de lavanda al día, cuando me cambien la cama.
Lo que quiero y deseo es disfrutar hasta el final del arte, de la belleza y de los placeres de la vida, especialmente del arte, pero de todo
Lo que quiero y deseo es disfrutar hasta el final del arte, de la belleza y de los placeres de la vida, especialmente del arte, pero de todo. Por ejemplo, que dejen entrar a los niños, que vengan siempre que quieran todos los que he mimado, de la familia, de amigos, de compañeros y del vecindario.
Que haya siempre en casa chocolate, caramelos y dulces, que no falten juguetes y juegos, también electrónicos y que se les deje disfrutar a su aire por toda la casa, como yo los he dejado. Me gusta escuchar su algarabía, me gusta su inocencia, me gusta su franqueza, me gusta su espontaneidad…¡que no me los quiten con la excusa de que molestan! Recéteme un dosis diaria de niños en casa, por favor.
Mi idea de la belleza, del arte y de los placeres puede ser prosaica, lo sé, pero es con la que he disfrutado. Para mí hay mucho arte, por ejemplo, en la cocina. Y en eso yo misma he sido artista de un arte que se consume, un arte efímero y práctico. Mi sobrina Susana y su marido Paco cocinan como los ángeles. Recéteme “caprichos dietéticos”, aunque sólo sea por ver los productos finales, siquiera por olerlos y si es posible hasta el final por degustarlos, por disfrutarlos al menos en la boca, si es que ya al final no puedo deglutir.
No quiero agotarla, sólo dos cosas más:
· que se turnen entre todos para leerme el “Ulises”, de Joyce; basta con diez minutos al día, y si pudiera ser media hora, y
· que sencillamente me den masajes, como mejor se les ocurra, el tiempo que les dé la gana, a diario, de los pies a las orejas.
Me muero, lo sé, pero quiero morir disfrutando de la vida que tanto he amado. ¿Me ayudará en lo que pueda?
Besos, Amalia García
PD. De Micifú no tengo nada que decir pues creo que todo el mundo será tolerante y comprensivo. Que siga durmiendo a los pies de mi cama. Que se le deje moverse con libertad por la casa y el jardín. Que cuando me muera pase a vivir con Belén, mi vecina (está al tanto).