La obesidad y la gordofobia: juntas pero no revueltas

La obesidad y la gordofobia: juntas pero no revueltas

Fuente: Publico.es por Pedro Gullón Epidemiólogo y ayudante doctor en salud pública en la Universidad de Alcalá. Coautor de ‘Epidemiocracia’

La semana pasada, ante un anuncio de bikinis de la marca Roxy, se vieron por las redes sociales múltiples indignaciones sobre que la marca estaba haciendo apología de enfermedades como la obesidad (sic). Esto ha servido para que hayamos podido ver algunos análisis sobre la exclusión de personas con aspecto no normativo en torno al peso (gordofobia), y quería aprovechar la ocasión para reflexionar sobre la importancia que tienen la obesidad y la gordofobia en términos de salud pública.

Personas gordas y poblaciones gordas

Múltiples estudios epidemiológicos han relacionado el tener obesidad con un mayor riesgo de diversas enfermedades (diabetes, enfermedades cardiovasculares, algunos tipos de cáncer…). No obstante, es una relación compleja, ya que, por un lado, hay una gran parte de esta asociación que en realidad está mediada por los patrones de alimentación o de actividad física y, por otro, la medición de la obesidad no siempre es fácil, especialmente en población más joven.

Décadas de estos estudios han llevado (de forma intencionada o no) a toda una ciencia médica medicalizadora del exceso de peso, tratando la obesidad como una enfermedad, y, por tanto, promoviendo una serie de intervenciones individuales para modificar el peso de las personas con obesidad. Sin quitar importancia a estos enfoques médicos, desde la salud pública nos tendríamos que hacer otra pregunta, ¿es nuestra sociedad gorda y, si lo es, impacta en nuestra salud?

Una pregunta muy similar se la hizo Geoffrey Rose, uno de los padres de la epidemiología moderna, en su artículo de 1985 Individuos enfermos y poblaciones enfermas. En este artículo, y traducido a nuestro caso, Rose reflexiona sobre cómo la medicina habitualmente se hace preguntas del tipo, ¿por qué mi paciente tiene obesidad?; y aquí va a encontrar las respuestas derivadas de los estudios que mencionaba anteriormente: su dieta, su alimentación, su genética… Sin embargo, una pregunta alternativa que podemos hacer sería, ¿por qué mi población tiene tanta obesidad? Para ello, ya no tenemos que comparar qué hace diferentes a las personas con obesidad o no, sino mover la agenda de lo personal a lo comunitario, y preguntarnos qué es lo que hace que unas poblaciones tengan más exceso de peso que otras.

Esto ya no se trata solo de buscar las causas que hacen que unas personas determinadas sobrepasen un umbral concreto de Índice de Masa Corporal; se trata de pensar por qué existen unas poblaciones cuyo nivel medio de Índice de Masa Corporal es mucho más alto. Por desgracia para el sector sanitario, esta pregunta difícilmente se responde desde el Sistema Nacional de Salud, y las razones por las que unas poblaciones tienen más exceso de peso que otras están fuera de lo que se hace en la consulta. La respuesta a esta pregunta está en las condiciones de vida de esa población, en cómo los intereses de la industria alimentaria pueden ser un peligro para la salud, en que alrededor de los colegios de barrios de menor nivel de renta haya hasta un 62% más de establecimientos de alimentación no saludable, o en que la prevalencia de obesidad sea un 22% mayor en barrios con menos instalaciones deportivas.

Al final, todas esas condiciones no hacen necesariamente que todo el mundo sea obeso, pero sí hacen que las poblaciones cambien en su peso medio; y esos cambios pequeños en cada persona puede tener consecuencias enormes en la salud pública. Un ejemplo está en los análisis que se hicieron en Cuba durante los años 90; donde la crisis económica y la posterior recuperación económica no modificaron el peso individual de cada persona de forma sustancial, pero sí que movieron toda la curva de distribución de peso, siendo estos cambios pequeños a nivel individual responsables de grandes cambios en la mortalidad por diabetes en ese periodo. Esta conocida como paradoja de la prevención, donde importa más cómo se encuentre toda la población que no cada persona, es la que hace que la salud pública tenga que dejar de juzgar y mirar con desprecio a las personas con exceso de peso. Esto tampoco consiste en tratar con condescendencia a las personas categorizadas con obesidad; el cambio de enfoque es en dejar de mirar a las personas y mirar a las poblaciones.

La gordofobia es un problema de salud pública

Según la Encuesta Europea de Salud en España del año 2020, un 16,5% de hombres de 18 y más años y un 15,5% de mujeres tienen obesidad. Ya hemos visto antes que la obesidad más que vista mirando a estos individuos debe ser vista comparando nuestro contexto con otros para ver cómo hacer políticas de salud pública. Pero quiero pararme a recalcar este dato, que significa que, aproximadamente, 1 de cada 6 ó 7 personas adultas en España tienen un IMC mayor a 30 kg/m2.

Cuando hay una campaña publicitaria en la que vemos una persona con exceso de peso nos sorprendemos; pero no deberíamos. De hecho, lo normal sería que si tenemos 7 personas en un anuncio al menos una tenga obesidad. Sin embargo, la falta de referentes públicos (y que no sean criticados por ello) es sangrante.

Esta falta de representación, que es una de las dimensiones de la gordofobia, tiene consecuencias en salud también. Lo normal (o más bien, lo representativo a nivel estadístico) debería ser que haya personas con obesidad. De hecho, existen otras muchas condiciones que también aumentan mucho el riesgo de enfermedades y que no sufren esta represión en la visibilidad pública. El debate sobre si representar a personas con obesidad es «hacer apología de una enfermedad» no lo tendríamos con otras condiciones que aumentan (y mucho) el riesgo de patologías y una mala salud, como son las condiciones laborales o los ingresos. La hipocresía de culpar lo visible bajo la excusa de la salud que solo es un reflejo de una visión muy estrecha de la salud pública.

Excluir a personas con obesidad de la vida pública es eliminar parte de su derecho a la representación y aumentar su estigma. Y no solo como un concepto vacío, es que el estigma ha sido ampliamente estudiado por profesionales de la salud como un riesgo para la mala salud mental y física. Mientras hay voces que claman que mostrar a personas con obesidad es apología de la enfermedad, la falta de representación y el estigma en representaciones públicas de las personas con obesidad empeoran también su salud física y mental.

 

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