Desastre sionista, previsto por Einstein, Freud y Arendt
Fuente: Epílogo a la 2ª edición de Freud y Einstein no van a la guerra. De Iñaki Markez Alonso (Osalde)
Medio año después de la primera edición, En noviembre de 2023, la guerra en Ucrania prácticamente ha desaparecido de los medios de comunicación, mientras las batallas “de trincheras” auguran un prolongado tiempo donde las gentes seguirán muriendo en un país destruido… Ahora las horas, imágenes, tertulias y discursos son para el genocidio en directo de la población palestina, su hábitat incluido, por el cruel gobierno y ejército de Israel que no respeta los códigos internacionales de la guerra, ni las resoluciones de la ONU, algo repetido en los últimos 50 años, algo malvivido desde 1948 tras la creación de un Estado sionista. Las acciones violan el artículo 6 del Estatuto de la Corte Penal Internacional (“crimen de genocidio”), pero qué más da, continua la masacre televisada, por tierra, mar y aire, sin viviendas, agua, comida, medicamentos ni electricidad. Sin nada para sobrevivir, pero algunos sobrevivirán y entonces ¿qué ocurrirá?
En plena tragedia en Palestina, una tragedia regional y, es posible, de amplia repercusión internacional, cuando menos emotiva en millones de personas sensibles al verdadero genocidio en Gaza y en otros territorios palestinos. Hemos visto las atrocidades sionistas que se cometen con total impunidad sólo equiparable en su inhumanidad al propio Holocausto judío durante el régimen nazi. Con acciones de exterminio del gobierno israelí con el apoyo económico y militar estadounidense, y la colaboración de la Unión Europea y la OTAN, no solo mediática, que materializan los deseos de opresión con su retórica de ser “pueblo elegido” tan usado por Israel para justificar su violencia sistemática desde hace décadas contra Palestina.
Lejos queda la carta del ministro de Exteriores Británico, Arthur Balfour, en 1917, al banquero de Londres, lord Walter Rothschild, destacado líder judío, excéntrico, que para el sionismo supuso el apoyo de una gran potencia a la creación de un Estado judío en el territorio de Palestina. Las tropas británicas consiguieron acabar con cuatro siglos de control otomano en Palestina, asumieron el control del territorio y, en 1948, con un plan para la partición de Palestina, el establecimiento del Estado de Israel y el desplazamiento de millones de palestinos. De poco sirven los recientes documentos y lamentos de sus descendientes y familiares por la interpretación dada a la Resolución, donde cristianos y musulmanes locales de Palestina, que constituían gran parte de la población fueron amenazados ante las pretensiones judías, siendo el origen de décadas de conflicto con tantos miles de víctimas inocentes. Desde entonces y durante 75 años.
Hace ocho décadas, los nazis planificaron la ‘solución final’ en Europa. El 20 de enero de 1942, 15 funcionarios nazis de alto rango se reunieron en una villa en el lago Wannsee, en el lado oeste de Berlín para detallar los pasos organizativos, logísticos y materiales. Fue la Conferencia de Wannsee y el anfitrión de aquel día fue Reinhard Heydrich, poderoso jefe del servicio de seguridad y de las SS, a quien Hermann Göring, mano derecha de Hitler, había encargado dicha “solución final” a coordinarse con otros ministerios y departamentos gubernamentales. Holocausto de judíos en los años 40 por los nazis; similar al holocausto palestino de hoy por los sionistas.
Desde hace varias décadas, aunque escasamente recogidas por los medios de prensa, son frecuentes las protestas individuales y de colectivos israelíes que solicitan y exigen a los dirigentes de Israel que no se atribuyan el derecho de hablar “en nombre de los judíos”, pues es una falta de respeto hacia la amplia comunidad judía que no comparten las ideas sionistas. Algo extensible a los grandes medios de comunicación que les presentan como “representantes de la colectividad judía” (Balkey, 2014), cuando representan solo a un sector, no amplio, aunque sí muy poderoso. Son muchos los judíos, dentro y fuera de Israel, que no defienden posiciones sionistas ni son favorables a esta prolongada guerra. Critican los crímenes de guerra, la sola idea de que exista un Estado judío y como tal segregacionista.
Un Estado no debe definirse por cuestiones raciales, religiosas o de ninguna otra categoría que segregue a quienes no pertenecen a ella. Dado que ya existe y millones de personas lo consideran su patria, no debe ser negado como país, pero sería deseable que se desvincule de la “judeidad” en su definición. La población judía, en cantidad importante, ha mamado diferentes culturas, la familiar y la de su país o países de asentamiento o de procedencia. Un mestizaje cultural que borrarlo en un intento retórico por volver a los orígenes, es negar la riqueza de la historia misma. Sin mantener la cultura propia como alardean. Así, por ejemplo, imponen el hebreo como lengua oficial, superviviente de las ceremonias religiosas, mientras pierden otras lenguas como el yiddish, el ladino y los olvidos de más de dos mil años de historia. Además del árabe y las lenguas europeas de los orígenes de muchos de ellos. Recordemos las imágenes de principios del siglo XX donde sus pobladores llevaban en sus cabezas el keffiyeh o los kipás judíos, también turbantes y taqiyah entre musulmanes, mujeres con su hiyab o sombreros europeos. Una pluralidad en tiempos coloniales muy superior a lo que viene ocurriendo en las últimas décadas.
La historia del pueblo judío se ha situado lejos del Mediterráneo oriental. Emigraron a las costas mediterráneas unos dos mil años AC. Los siguientes dos mil años, estuvo en el continente europeo y ya en época más reciente también en América. La “vuelta al origen” que propone el sionismo, implica la negación de gran parte de su historia. Y si algunos judíos tenían necesidad de poseer un Estado, ¿por qué en Palestina?
El reclamo de la tierra Palestina, carece de fundamento objetivo. Sí hubo tribus nómadas que compartían creencias en la zona de Canaán, divididas durante mucho tiempo en dos reinos: Judá al sur (monoteísta y triunfante) e Israel al norte (monólatra) que creían en Yaveh, pero no negaban a otros “dioses menores” como Asherá y Baal, o espíritus protectores de las cosechas. No es menos cierto que en esos territorios convivían otros pueblos. Existieron en torno a Jerusalén pueblos asentados antes que los hebreos y, por ello, también con derecho al reclamo de esa tierra (Balkey, 2014). La región de Palestina estaba poblada con no judíos desde hacía al menos mil años. Pero la presencia histórica de un pueblo en un lugar no le hace merecedor de reclamar esa tierra. Con esta clave tendríamos un globo terráqueo imposible de distinguir, si los romanos, griegos, árabes u otra docena de pueblos-cultura que tuvieron grandes imperios decidieran reclamar sus derechos históricos. Parece ridículo, pero forma parte del argumentario sionista sobre la “tierra prometida”, que supone una involución cívica de 2500 años. O si las “diásporas” de cristianos por todo el mundo reivindicaran el retorno a la tierra de Cristo. Ridículo, cómico o simplemente fuera del sentido común.
Muchos judíos religiosos y estudiosos, en la actualidad son cautos en la interpretación de los textos históricos, bíblicos o no, valorando el contexto, mientras los fanáticos son incapaces de entenderlo. Como dijo Freud, quizás instalarse en una zona de menor carga histórica, y no poblada, hubiera sido preferible para los judíos que sentían necesidad de tener un Estado propio.
Freud, era tan judío como austríaco; Einstein fue tan alemán como judío, hasta cambiar de nacionalidad. No creyentes, no practicantes. A recordar que el ser judío no se define por sus creencias religiosas, y se ha instaurado que ser hijo de judía o judío te hace judío, seas o no creyente; podrás ser apóstata, pero judío apóstata. Y La aportación de personas de origen judío al mundo ha sido notoria pues, por ejemplo, siendo menos del 0,02% de la población mundial, el 23% de los Premios Nobel en física, química, medicina, etc. han sido judíos.
Los dos ilustres pensadores mencionados en este libro expusieron sus opiniones de muchas cuestiones sociales y no . Tampoco esquivaron lo que sentían sobre el Holocausto, la migración e instalación de judíos en Palestina o el sionismo. Estos Judíos tan reconocidos universalmente expresaron repetidamente su anti sionismo.
Sigmund Freud realizó valoraciones en lo que llamó “economía masoquista del inconsciente”. Rechazó el proyecto sionista, en su último libro “Moisés y la religión monoteísta” publicado en 1939, y a través de su correspondencia. Precisamente en una de sus cartas, del 26 de febrero de 1930, que envió a Chaim Koffler, miembro de la Fundación para la Reinstalación judía en Palestina, comentaba su desacuerdo con el proyecto sionista de despojo territorial proyectado. Esta carta fue censurada y quedó oculta durante décadas hasta que fue localizada. Traducida por Jacques Le Rider, fue publicada en 2004 (Freud, 1930). En ella Freud escribe, desde su casa de Viena, como respuesta a la invitación a participar a favor de las intenciones sionistas:
“Quien quiera influenciar a la mayoría debe tener algo arrollador y entusiasta para decir, y eso, mi opinión reservada sobre el sionismo no lo permite”. Más adelante leemos: “Me hubiera parecido más prudente fundar una patria judía en un suelo históricamente no cargado; en efecto, sé que, para un propósito tan racional, nunca se hubiera podido suscitar la exaltación de las masas ni la cooperación de los ricos. Concedo también, con pesar, que el fanatismo poco realista de nuestros compatriotas tiene su parte de responsabilidad en el despertar del recelo de los árabes. No puedo sentir la menor simpatía por una piedad mal interpretada que hace de un trozo del muro de Herodes una reliquia nacional y, a causa de ella, desafía los sentimientos de los habitantes de la región. Juzgue usted mismo si, con un punto de vista tan crítico, soy la persona que hace falta para cumplir el rol de consolador de un pueblo quebrantado por una esperanza injustificada”.
Su opinión fue una advertencia de lo que, desde hace años, se vive en la región de Medio Oriente, pues ese fanatismo ha llevado al genocidio por parte de Israel (León Campos, 2023).
Albert Einstein fue más enfático. En abril de 1948, envió una carta a Shepard Rifkin, líder sionista de EEUU que buscaba su apoyo en Nueva York para su organización paramilitar que operaba en Palestina. Fue tras conocer que grupos paramilitares sionistas -Lehi e Irgun- habían asesinado a más de un centenar de civiles árabes palestinos en una aldea de Jerusalén, Deir Yassin, la mayoría mujeres y niños.
“Estimado señor: Cuando una catástrofe real y final caiga sobre nosotros en Palestina, el principal responsable por ésta serán los británicos, y el segundo responsable serán las organizaciones terroristas nacidas desde nuestras propias filas. No me gustaría ver a alguien asociado con esa gente criminal y engañadora. Sinceramente suyo, Albert Einstein”.
Einstein, había defendido la creación de una patria judía, pero no quería ser parte de ningún genocidio. Defendió la coexistencia.
La socióloga Hannah Arendt (1978), nacida alemana y nacionalizada norteamericana, ha recogido y criticado algunas contribuciones de la filosofía de los sionistas, destacando a Theodor Herzl (1860–1904), periodista y activista político austro-húngaro de origen judío que en “El Estado judío: ensayo de una solución moderna de la cuestión judía”, más parecido a un manifiesto que una obra doctrinal, publicado en 1896, propuso que la solución al «problema judío» era la creación de un Estado judío independiente y soberano para todos los judíos del mundo, un asunto de política internacional y que debía ser asumido como tal. El escribió: “Una nación es un conjunto de personas… que se mantienen unidas por causa de un enemigo común” (Herzl, 2005). Es una absurda doctrina que contiene una pequeña verdad: que muchos sionistas están convencidos de que son judíos para los enemigos del pueblo judío. Estos sionistas concluyen que sin antisemitismo el pueblo judío no podría haber sobrevivido en los países de la diáspora; y, por eso, se oponen a cualquier intento en gran escala para liquidar el antisemitismo.
“La cuestión judía persiste donde viven judíos en cantidad considerable. Nosotros somos arrastrados a lugares donde no somos perseguidos, y nuestra aparición da lugar a la persecución… será inevitable así, en todas partes, incluso en países altamente civilizados (…) El infortunio del pueblo judío ahora se está transportando y sembrando la semilla del antisemitismo en Inglaterra, y ya lo han introducido en América (Herzl, 2001)
Por contra, declaran que nuestros enemigos, los antisemitas, “serán nuestros más confiables amigos y los países antisemitas nuestros aliados” (Herzl, 2005). El resultado sólo lleva a la confusión en la que nadie podrá distinguir entre amigo y enemigo, donde el enemigo se convierte en amigo y el amigo en enemigo escondido y, por ello, el más peligroso. Arendt señala en sus declaraciones que no hablan en nombre de nuestro pueblo judío, sino que solo representan a un sector, los sionistas.
Chaim Weizmann (1874-1952), bielorruso, dirigente sionista y primer presidente de Israel que, en Alemania participó en la creación del movimiento sionista, partidario de crear un Estado judío en Palestina según las ideas de Theodor Herzl en el Congreso de Basilea, de 1897. Desde 1906, adquirió la nacionalidad británica y se esforzó por difundir las raíces culturales judías. Tras varias propuestas de destino en Latinoamérica o Uganda, por ejemplo, consiguió la promesa de que Gran Bretaña promoviera con la Declaración Balfour, de 1917, para crear un “hogar nacional” judío, tras la victoria militar británica sobre los turcos. Fue en 1948, y tras la victoria israelí en la guerra que estalló inmediatamente contra sus vecinos árabes, cuando hubo elecciones y, allí, el primer Parlamento israelí eligió a Chaim Weizmann presidente de la República (1949), cargo honorífico sin poder político real, que, por cierto, también se le ofreció a Albert Einstein, con el rechazo de este.
Termina esta reconocida socióloga, comentando que muchos miles de judíos, en todas partes y en todas las épocas desde que el sionismo existe, que no nos sentimos representados, que muchos de nosotros nunca fuimos sionistas, que las razones no son coyunturales, y que no dejamos de ser judíos por ello (…) Hubiera sido más beneficioso para mí, callar cualquier consideración, pero me siento obligada cuando hay organizaciones que dicen hablar en mi nombre, y en realidad no lo hacen (Arendt, 1978).
Freud hace un siglo, Arendt hace medio y Einstein en distintos momentos de sus dos últimas décadas de vida fueron premonitorios sobre el desastre sionista. Lo estamos viendo estos días desde la distancia mediática; en Palestina lo están viviendo, perdón, lo están muriendo.
Iñaki Markez Noviembre de 2023
Referencias
– Arendt, H. The Jew as Pariah: Jewish Identity and Politics in the Modern Age Paperback, January 1, 1978.
– Balkey, G. No hablan en mi nombre: carta a la colectividad israelita de Uruguay. 8-8-2014.
– Einstein, A. «Letters of note», 1948. Deir Yassin Rememebered. Carta a Shepard Rifkin sobre Palestina.
– Freud, S. Mis reticencias sobre el sionismo, carta a Chaim Koffler (1930). Jacques Le Rider (traductor) y publicada en “Clínicas mediterráneas” Nº 70, Erés, 2004.
– Herzl, T. «El Estado Judío». Trad. Antonio Hermosa Andújar. 2005.
– Herzl, T. Der Judenstaat, cited by C.D. Smith, Palestine and the Arab-Israeli Conflict, 2001,
– León Campos, J. C. Poema antes de morir. Palestina y Oriente Próximo. Rebelión, 10/11/2023.