La medicina moderna está basada en un enorme sesgo evaluativo optimista: médicos, pacientes, gestores y políticos sobreestiman efectividad y seguridad de las intervenciones sanitarias, fármacos y tecnologías diagnósticas y terapéuticas. Hay muchos motivos: el más importantes es que existe una gigantesca industria que vive muy bien del sesgo ajeno y, por tanto, tiende a ejercer una función facilitadora del mismo, mediante su influencia en toda la cadena del conocimiento: generación, difusión y aplicación. Además, los profesionales son formados y viven en una cultura tecnofílica y, por tanto, esperan lo mismo de la Lyrica o del PET-TAC que del iphone. Fuente: nogracias.eu