Peter Singer: ¿altruismo efectivo o subsidio al sistema?
La donación de 320 millones de euros que anunció el pasado marzo la Fundación Amancio Ortega para la renovación de los equipos de diagnóstico y tratamiento del cáncer en los hospitales públicos españoles ha sido objeto de polémica entre quienes ven con buenos ojos el «altruísmo de los grandes empresarios» y el quienes, como las Organizaciones de Defensa de la Sanidad Pública rechazan tales donaciones por diferentes razones que han sido ampliamente difundidas por los medios. En el siguiente artículo se analizan criticamente las ideas de Peter Singer, que apoyan lo que dicho filósifo denomina «altruismo efectivo»
Fuente: cn.elmostrador.cl
Peter Singer, filósofo australiano, estuvo hace unos días en Chile realizando diversas charlas sobre animalismo y ética, contexto en el que dictó una conferencia el 3 de noviembre en el Centro de Estudios Públicos sobre lo que denomina altruismo efectivo. Básicamente –como buen utilitarista– sostiene que se deben realizar las acciones que tenga las “mejores consecuencias”, y ello implica que si alguien tiene más dinero que el requerido para cumplir sus necesidades básicas y de su familia, debe ayudar a quienes más lo necesitan, lo que llama “hacer el bien”, pues los principios básicos como no matar o no robar son insuficientes: el altruismo es parte de vivir éticamente.
Ahora, la filantropía a secas no basta, se requiere efectividad. Señala que las personas en su vida diaria buscan el máximo rendimiento de su dinero, pero que no funciona del mismo modo cuando se trata de donar. Entonces, lo razonable luego de un análisis de beneficios versus costos, sería buscar ayudar en donde uno pueda generar mejores consecuencias para el mayor número de personas, pues con muy poco dinero se puede hacer mucho.
Así, por ejemplo, nos dice que donar dinero para criar un perro lazarillo para un ciego en Estados Unidos supone un costo demasiado alto en relación con el beneficio, pues con el mismo dinero se puede tratar el tracoma a miles de niños en África, evitando así una futura ceguera y obteniendo una mayor eficacia de lo entregado.
En suma: se pueden “priorizar las causas”, con el mismo dinero que se donó para la remodelación de un teatro se podían salvar 5 millones de niños de la ceguera.
Finalmente, da una serie de casos reales de personas que siguen el movimiento y de instituciones que buscan asesorar respecto a dónde se puede obtener buen rendimiento para quienes quieran realizar alguna donación.
Nadie dice que ayudar no sea algo moralmente bueno, pero Singer, seguramente sin mala intención, al privatizar de esa forma lo público puede terminar legitimando y validando el sistema que produce lo que él mismo busca combatir. Cualquier posible propuesta para reducir la pobreza debe ser radicalmente política.
Hasta aquí la idea no parece en exceso compleja y puede ser aceptada sin mayores dificultades, salvo por una cosa: presentada de esta manera es insuficiente y es ingenua.
Aunque Singer prefiera hablar de hacer el bien, en realidad se está refiriendo al problema de la distribución de la riqueza, o sea, un problema de justicia. El problema no es que Singer evite hablar de justicia o se incomode esbozando respuestas poco claras ante las preguntas por el sistema económico o político; el problema es que llega tarde a la pregunta y se encarga de la pobreza sin preocuparse por su causa.
No hablamos desde una posición original o un estado de naturaleza, la pobreza y la desigualdad se generan en un período histórico, en un contexto determinado, en cierta sociedad, en un modelo económico. Si la distribución de riquezas es un problema institucional (y por tanto político), la búsqueda de su solución debe ser también institucional.
No es que haya un problema con la privatización de asuntos públicos, puede haber soluciones privadas para problemas públicos (véase, por ejemplo, una interesante propuesta sobre el asunto en El Otro Modelo) –y quizás sería deseable que todos donaran el 10% de su sueldo como propone el autor—, pero hay una cuestión previa:
¿es justo (o “hace el bien”) un modelo que permite que un empresario tenga tanto dinero como para donar 100 millones de dólares mientras millones de niños mueren por enfermedad fácilmente curable? Es ahí donde el altruismo efectivo se queda corto.
La propuesta es incompleta porque no se hace cargo del real problema y se muestra enteramente ciega al respecto. Es ingenua (la propuesta y no Singer, obviamente) porque, pese a las buenas intenciones, no puede pretender realizar realmente un cambio si es que se presenta de manera incompleta. No se trata necesariamente de una discusión entre socialismo y neoliberalismo, o comunitarismo o decrecimiento, pero se extraña alguna propuesta, la que fuera.
Por último, si es que no hay razones morales relevantes para preferir ayudar a un compatriota sobre alguien de un país que más lo necesite, ¿por qué no, solo como ejemplo, un sistema de tributación universal? Singer cree que los gobiernos son menos eficientes que algunas, las buenas, instituciones privadas de ayuda (aquellas donde habrá efectividad para el altruismo), por lo que muestra alguna resistencia a regulaciones legales. Además, no ve mal en las empresas, nos dice que él no culparía de Bill Gates, quien ha hecho mucho bien y ayudado a millones de personas.
La falta de correlato político en el discurso, en su peor versión, se presenta como subsidiaria del actual modelo hegemónico.
Ciertamente la caridad es insuficiente y hay problemas morales en la producción de riqueza y no solo en su distribución. Un millonario “ecologista” que tenga 5 mansiones abastecidas completamente de energía renovable no es alguien que realmente cuide del medio ambiente. Pues, claro, puede tener paneles solares, pero en realidad la sola construcción de un inmueble contamina, por lo que tener casas que alguien apenas ocupe no puede ser compatible con una visión ecologista. En este sentido, Pepe Mujica es más ecologista que Leonardo DiCaprio.
De igual modo, para “hacer el bien” no basta donar una parte (por muy importante que sea) del sueldo, sino que, en consecuencia, uno debe oponerse a las causas que generan pobreza y a sus sistemas de reproducción. Lo contrario implica un subsidio del sistema, un placebo para que se vea “menos malo”, algo similar a lo que se critica respecto al Comercio Justo, que finalmente termina siendo un precio menos miserable (proveniente de compradores dispuestos a pagar más si es que se aseguran ciertas condiciones) a cambio de una certificación que aumenta las ventas y ganancias de las empresas de los países del norte, manteniendo y perpetuando la pobreza de los países del sur.
Así como no es razonable pretender ser ecologista y al mismo tiempo no tener una visión crítica del consumo, no es concebible un altruismo escéptico de los problemas políticos y económicos.
Nadie dice que ayudar no sea algo moralmente bueno, pero Singer, seguramente sin mala intención, al privatizar de esa forma lo público puede terminar legitimando y validando el sistema que produce lo que él mismo busca combatir. Cualquier posible propuesta para reducir la pobreza debe ser radicalmente política.