Como colaborar a resolver la incertidumbre de la gente ante la vacuna
por Jorge Barrón, microbiólogo y miembro de Osalde
¿Existen las personas antivacunas? Haberlas haylas, pero como pasa con las auténticas «negacionistas» son tan pocos, que no suponen ningún problema en la sociedad. Sin embargo, éstos términos se utilizan frecuentemente con la intención de eludir cualquier cuestionamiento crítico que entorpezca tanto a los ortodoxos de la ciencia, como a las empresas beneficiarias de la comercialización bajo patente su via libre a la inmunización masiva. Tal estado de cosas cierra toda salida a la incertidumbre popular ante la perspectiva de unas inminentes campañas de vacunacion anti Covid-19 que requieren la participación de más del 65% de la población para producir el «efecto rebaño» y evitar eficazmente la transmisión.
La incertidumbre que impide a casi la mitad de las personas encuestadas a admitir la vacuna anti Covid-19 al menos de entrada, no es culpa de nadie ni de las farmacéuticas ni de los, políticos ni de los mal llamados «negacionistas» o «antivacunas» con intenciones excluyentes.
La incertidumbre forma parte de nuestros procesos mentales, es inevitable, siempre está presente y lo seguirá estando. Tenemos que decidir siempre con una carga mayor o menor de incertidumbre, porque la incertidumbre y la duda es el motor del desarrollo del conocimiento, proceso de exploración de la realidad que pretende ampliar continuamente el panorama real sin lograr obtener nunca una imagen completa y definitiva .
Hay que recordar que en la gran mayoría de la población mundial vive en la incertidumbre con rentas de 1 o 2 € al día con hambre crónica, soportando enfermedades endémicas prácticamente erradicadas de la minoritaria población opulenta, con la incertidumbre de disponer de alimentos, de ser víctimas de enfermedades endémicas como la malaria coma la tuberculosis coma el sida, o la guerra. Para esa gran mayoría de la población mundial la incertidumbre es la forma normal de vida.
Sin embargo, cierto sector de la población más opulenta, instalada en la burbuja de aparente seguridad qué aporta su estatus socioeconómico cree vivir en la certeza y exige certezas para tomar decisiones, o, como es el caso, someterse a las políticas de salud. Es ese 50% de personas que dicen no vacunarse hasta no tener “todas las certezas” .
Hay en esta actitud varios aspectos a destacar además de la ya mentada insoportable levedad de la incertidumbre. También parecen ignorar su responsabilidad como individuos que pertenecen a una sociedad. Vivir en sociedad implica ejercer una identidad individual y colectiva. Cada actitud individual tiene un efecto en la comunidad. En esta pandemia la gente muere, enferma, sufre. El sistema de atención sanitaria está al borde del colapso y desatiende otras importantes demandas. La economía que también se traduce en salud y vida se deteriora gravemente, siendo sus principales víctimas los sectores más vulnerables, aquellos de más bajo nivel socioeconómico.
En nuestros sistemas liberales es improbable que se adopten fuertes medidas de contención por lo que se exige más responsabilidad ciudadana y entonces topamos con el espíritu liberal, individualista, insolidario que elude su responsabilidad y compromiso por la salud de la comunidad a la que pertenece. Reclama libertad! una libertad burguesa, elitista, para nada dispuesta a asumir amenazas a la salud pública.
De las vacunas hay que esperar que resulten ser tan efectivas y seguras como parecen revelar los ensayos clínicos. Pueden contribuir en gran medida a la resolución o alivio de la crisis sanitaria económica y social. Pero hay que contar con ese grado de incertidumbre que tiene siempre la conducta ante un conocimiento siempre parcial de los fenómenos que nos afectan.
De cualquier modo, el individuo tiene la responsabilidad ética de elegir la opción más favorable en el balance de los riesgos y los beneficios considerando su responsabilidad y consecuente compromiso con la comunidad a la que pertenece. En éste caso, la especie humana, pues estamos en una pandemia.
Si la vacunación resulta en alivio del sufrimiento y la muerte originados por esta pandemia, si permite el regreso a sus trabajos de las víctimas de la crisis económica, merece la pena aceptar la incertidumbre y someterse a una vacunación que, por otra parte, la gran mayoría víctima de la desigualdad del mundo con toda probabilidad no van a disponer en igual medida.
Nota: Reacciones adversas el primer día de la vacunación
Se informa de 2 casos de reacción alérgica en personal sanitario, lo que obliga a las autoridades sanitarias a excluir de la vacunación aquellas personas con antecedentes alérgicos especialmente de tipo anafiláctico que pueden sufrir cuadros agudos graves como el shock anafiláctico. ¡Nos preguntamos qué si eran alérgicos porqué les vacunaron!
Los ensayos clínicos solo se han probado en unas decenas de miles de voluntarios. ¡Habrá otras importantes observaciones al vacunar a enormes poblaciones, hablamos de miles de millones!
Estas observaciones llaman la atención en la necesidad de la llamada “Fase IV de investigación”, que consiste en la Vigilancia de los efectos vacunales después de la mercantilización, tanto riesgos como beneficios. Resultados que van a dar la verdadera dimensión de ambos. ¿Acabará definitivamente con la pandemia?, ¿Cuánto tiempo durará la protección? ¿Evitará la transmisión por portadores sanos? ¿Protegerá por igual a todos los grupos de edad? ¿Se observarán contraindicaciones vacunales en poblaciones determinadas? Mil cuestiones quedan aun por resolver. Más aún en las circunstancias de urgencia en que se han llevado a cabo las investigaciones por motivo de la crisis.
Estos datos post comercialización deben recogerse con todo rigor. La experiencia es que, una vez comercializados los nuevos fármacos o vacunas, los laboratorios se desentiende en gran medida de la vigilancia, registro de datos y comunicación a las sociedades científicas y población. Corremos el peligro de que, nuevamente la desconfianza haga suponer que la toma de datos de vacunadas tenga otras intenciones, que no se garantice el derecho a la confidencialidad de datos personales, o se utilice con otros fines. Las autoridades sanitarias tienen el deber de exigir con todo rigor este importante deber post comercialización de las compañías farmacéuticas.
Nuevamente es preciso que la población confíe en la bondad de dicha práctica de control, con sus inevitables riesgos, ante la opción siempre peor de que se oculten conocimientos sobre la eficacia y seguridad de las nuevas vacunas necesarios para la protección de la Comunidad.