El Congreso de los Diputados ha aprobado los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2018 después de debatir las 44 enmiendas que el Senado realizó al proyecto y que contemplaban unos cambios de 179 millones de euros, de las que ratificó 32 entre las que destacan la disposición adicional quincuagésima sexta en la que se cambia la forma de baremar los importes de las indemnizaciones a las personas afectadas por la talidomida y la colaboración económica de la compañía propietaria de la patente de este medicamento. Fuente: actasanitaria.com
Sexo y empatía: las bases éticas del follar
(…) A raíz de lo ocurrido con la sentencia de La Manada, en los días (ya semanas) siguientes, hemos hablado y escrito de muchas cosas relacionadas con el feminismo y no estrictamente con la sentencia en sí, que también. Digamos que la sentencia, como antes el 8M, está sirviendo para levantar muchas alfombras y levantarlas incluso de sitios donde hacía años que nadie se ocupaba de barrer. Esta sentencia ha provocado indignación porque antes estuvo el movimiento #MeToo y porque una gran parte de la revuelta feminista de los últimos tiempos tiene que ver con la violencia sexual, es una revuelta contra las violaciones y el acoso, contra la sexualidad machista, en definitiva. Así que por fin se nos presenta la oportunidad al feminismo de hablar más de sexo. Porque el sexo es el elefante blanco que está en una habitación y nadie parece ver. Y no se trata sólo de denunciar, castigar o perseguir, no se trata de aumentar las penas, sino de reflexionar acerca de qué es esa “cosa escandalosa” (parafraseando a Donna Haraway y refiriéndola aquí a la sexualidad patriarcal) y qué relación tiene con la desigualdad social, con las relaciones de género, con el poder, con la política.
Es hora de volver a pensar la sexualidad como una construcción política que incide en las relaciones sociales de manera fundamental.
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