Hipotensos hasta morir

Hipotensos hasta morir

La tensión baja según se aproxima nuestra hora. Un estudio publicado en JAMA of Internal Medicine en diciembre de 2017 que examina la tensión de pacientes que fallecieron con más de 60 años, durante sus últimas dos décadas de vida, encuentra que, independientemente de la edad de fallecimiento, hay un pico tensional entre 18 a 14 años antes de la muerte y un descenso paulatino hasta el momento del fallecimiento.

Fuente: nogracias.eu 4 enero 2018 nmurcia

El 64% de las personas estudiadas, presenta un descenso medio de más de 10 mmHg. Esta disminución es más pronunciada en pacientes hipertensos con tratamiento farmacológico, enfermos con demencia, insuficiencia cardiaca o pérdida de peso terminal.

Está claro que la prevalente disminución de la tensión arterial en los últimos 14 años de vida de las personas mayores no se acompaña de su correspondiente desprecripción de antihipertensivos.

Esta asincronía tiene graves consecuencias para los enfermos ancianos con tratamientos hipotensores desfasados. Se caen.

En esta revisión de 2014 se concluye:

“Los medicamentos antihipertensivos se asociaron con un mayor riesgo de lesiones graves por caídas, particularmente entre aquellos ancianos con caídas previas. Los riesgos potenciales frente a los beneficios de los medicamentos antihipertensivos deben sopesarse al decidir continuar el tratamiento con medicamentos antihipertensivos en adultos mayores con afecciones crónicas múltiples”

Aviso a cualquier profesional sanitario y cuidador (en negrita):

Si un paciente mayor, sobre todo si tiene varias enfermedades crónicas y ya se ha caído alguna vez, etiquetado y tratado como hipertenso, tiene una TA menor de 120 en cualquier toma, párate un momento y piensa que quizás retirar la medicación anti-hipertensiva pueda ser más beneficioso que mantenerla, independientemente de su riesgo cardiovascular.

¿Por qué se mantienen los tratamientos anti-hipertensivos hasta morir?

Por muchos motivos seguramente pero uno de ellos es que las Guías de Práctica Clínica, sobre todo las de enfermedades crónicas, están especializadas en hacer recomendaciones que suponen más tratamiento y no recomendaciones que supongan menos tratamiento. Esto no tiene mucho sentido científico vista la enorme bibliografía sobre efectos secundarios de los fármacos.

En un artículo también de finales de 2017 y también del JAMA of Internal Medicine se revisa la frecuencia con la que las GPC recomiendan intensificación de tratamientos y desintensificación de tratamientos, estudiando las pautas que dan 22 Guías de diabetes y enfermedades cardiovasculares realizadas por instituciones científicas de prestigio entre 2012 y 2016

Pues bien, de 361 recomendaciones, se clasificaron como intensificadoras 256 (71%) y 105 (29%) como des-intensificadoras. Los autores intentan explicar la “poca orientación sobre desintensificación” que ofrecen las GPC:

“Una explicación es que simplemente hay más evidencia con respecto a la intensificación. Los ensayos clínicos aleatorizados… se centran en generar evidencias para iniciar o intensificar el tratamiento”

Las directrices intensificadoras tienen mejores evidencias que las no intensificadoras: hay más interés comercial en realizar esta investigación y obviamente ello redunda en unas recomendaciones asimétricas en las Guías.

Conocemos muy bien los beneficios de los medicamentos, peor sus perjuicios y todavía peor cuando los perjuicios superan los beneficios y hay que retirar el fármaco.

Pero, ante igual fuerza de la evidencia, los autores señalan que las recomendaciones se hacen con distinto énfasis. Por ejemplo, hablando de hipertensión, la pauta de tratar se enuncia de la siguiente manera:

“Las personas con diabetes e hipertensión deben ser tratadas con un objetivo de presión arterial sistólica de <140 mm”

En cambio, las recomendaciones desintensificadoras utilizan formulaciones mucho más vagas:

“Existe un daño potencial al disminuir la presión arterial sistólica a menos de 120 mm Hg en adultos mayores con diabetes mellitus tipo 2”

En fin, que la increíble pulsión “por hacer” de la medicina moderna está basada en muy buenas y sesgadas evidencias lo que, nos tememos, condena irremediablemente a nuestros ancianos (si no se cruza en el camino un profesional capaz de trascender las Guías de Práctica Compulsiva) a la hipotensión… hasta morir.

 

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