«Tranche, un hombre bueno y sólido», por Rafa Cofiño
Fuente: «Tranche, un hombre bueno y sólido» por Rafa Cofiño, en «El Comercio«, de Asturias
Me imagino a Salva durante todos estos años pasando consulta mirando a la calle o conociendo los procesos de enfermedad de las personas en los lugares donde viven
He escrito y borrado varias veces lo que trataba de decir sobre Salvador Tranche. Muchas cuestiones son tan obvias para los que le conocen (¿cuánto tiempo ha de pasar para cambiar del presente al pasado?), que considero hasta ridículo escribirlas. Lo resumiré mucho.
Tranche era un tipo bueno y sólido. Parecen dos adjetivos banales, pero no es fácil encontrar gente que conviva con los dos juntos hoy en día. Hay que mascarlos bien: bueno y sólido. Como persona y como médico de familia y comunidades: bueno y sólido. Era más cosas, claro: inteligente, amable, educado, cariñoso, paciente, trabajador. Y comprometido. Y honesto. Y sin ánimo de posteridad.
Hablamos varias veces durante la pandemia, pero físicamente la última vez creo que fue justo después del estado de alarma del 14 de marzo. No sé si ese mismo fin de semana. Yo subía en coche por Álvaro Flórez Estrada camino de Consejería (en unos días terribles) y él iba con su maletín al Centro de Salud (en días más complicados aún para los compañeros y compañeras del sistema sanitario). Paré el coche para saludarnos. No nos atrevimos a tocarnos (puto virus), nos sonreímos entre emocionados y nerviosos y nos deseamos mucho ánimo y mucha fuerza. Me pareció muy significativo aquel encuentro aquella misma mañana: el trabajo de la Atención Primaria y el trabajo de la Salud Pública.
Recupero este otro pequeño texto que escribí hace tiempo y que recoge la esencia de la Atención Primaria. Y me imagino, al recuperarlo, a Salva durante todos estos años: pasando consulta mirando a la calle o conociendo los procesos de enfermedad de las personas en los lugares donde viven, haciendo domicilios, trabajando en equipo, siendo tutor de residentes, presidente de la Sociedad Española de Medicina Familia y Comunitaria, haciendo abogacía para poner a la Atención Primaria en su lugar, no sólo presupuestario, sino en su lugar de poder, de prestigio y de gestión de procesos (un sistema sanitario basado solamente en hospitales, siendo, por supuesto, necesarios e importantes, es un Sistema Nacional de Hospitales, para ser un Sistema Nacional de Salud ha de estar basado en la Atención Primaria). El texto dice así:
“Mira de frente, con nobleza. Es difícil definir que es nobleza en el mundo ahora y más cuando las dimensiones se miden de otra forma. Pero mira de frente, con nobleza. Levanta siempre la cabeza, hacia los ojos del otro y mira de frente. El recorrido de tu cuello hasta mirar al otro puede ser de una belleza increíble. Sonríe.
A partir de ese momento muchos de los gestos que hagas serán más importantes que muchas de las cosas que digas.
Cada encuentro es único. La diferencia entre buenos y malos profesionales no está en la cantidad de conocimientos adquiridos sino en la capacidad de hacer que cada encuentro sea único.
Pregunta. Escucha. Afirma. Algunas preguntas o afirmaciones son imprescindibles: te entiendo y se como te sientes, ¿puedo ayudarte en algo?, coméntame, por favor, cualquier cosa que necesites
Expresa compasión. Compasión kunderiana. Exprésala en la entonación o en la forma de apoyar el fonendo sobre el tórax. En la forma de ofrecer un papel con instrucciones o en la forma de explorar un cuerpo con miedo. Explora y siente el lujo de descubrir la belleza de ciertas vísceras y de esa perfección provisional que tienes delante.
Inspira confianza. Sonríe. Date cuenta de que estás ahí y ahora.
Siente. Con el tiempo aprenderás a conocer la distancia para sentir sin miedo y sentir sin dolor. O con el menor posible.
Si te gusta la salud comunitaria también tendrás la oportunidad de tocar y de acariciar. Toca ciertas calles, ciertos barrios, los perfiles de ciertas ciudades. Las geografías, ciertas dinámicas latentes. Baja a los parques, camina las aceras, haz recuento de charcos y mira. Siéntate y mira. Mira y palpa profundamente ese río de sueños, ese río de sangre, ese gran río. Los gráficos y las tablas y las acciones que vendrán después son instrumentos de belleza al servicio de ese río y siempre con un profundo respeto hacia el río. Y expresa siempre una profunda compasión, kunderiana también, por ciertos barrios y ciertas personas.
Escribe tus propias historias. Aprende también a llorar cuando tengas que llorar por esa perfección provisional que desaparece.
Algunas preguntas no tendrán respuestas. Puede parecer raro pero eso es lo más hermoso de todo.
Cuéntame cualquier cosa que necesites. Te entiendo perfectamente y sé como te sientes.
Estás formando parte de uno de los trabajos más emocionantes del mundo.
Sonríe. Sonríe. Sonríe”