Telemedicina o esquivar al paciente en la nueva anormalidad
Iñaki Markez. Psiquiatra, miembro de OME y Osalde
Nos preguntábamos ¿qué nos va a ocurrir tras el estado de alarma? O tras la cuarentena, después durante la pos-cuarentena, y ahora tras las recaídas no sé por cuántas ocasiones. Una pregunta que revoloteaba, y continúa, entre algunos periodistas, tertulianos, y hasta no pocos políticos, escasamente ilustrados todos ellos… que se van encargando de generar opiniones sesgadas que, en ocasiones, cambian de una semana a otra. El estrés y los miedos han llegado para quedarse una buena temporada, con las pérdidas económicas y el estigma de haber estado en contacto con el virus, con los contagios de alrededor y los nuevos confinamientos limitados. Con sus muchos síntomas de ansiedad, cuadros depresivos, trastornos del sueño y muchas preocupaciones alrededor. Duelos inadecuados que no pudieron iniciarse tras las pérdidas, mucha soledad, trastornos de estrés postraumático en muchos profesionales que han estado ante vivencias de enorme dureza, síntomas de inadaptación a situaciones que no conocíamos o diversos malestares psicológicos derivados de las consecuencias laborales ante la crisis sanitaria, social y económica.
–Formación. Desde las ciencias de la salud, hay una débil formación. Profesionales de la salud, de la psicología y la psiquiatría, y la sociedad en su conjunto, tendremos que aprender de esta pandemia, sobre todo la necesidad de atender, colectivamente, a nuestras gentes, a los grupos de riesgo como las personas mayores, personas con enfermedades crónicas o en situaciones de exclusión. Y a menores y a quienes tienen algunas limitaciones. Es el momento de exigir el fortalecimiento de los equipos sanitarios y sociales, especialmente la Atención Primaria, sin olvidarnos de las iniciativas de los servicios sociales, y ese amplio campo de lo sociosanitario que se ha visualizado con las residencias, pero que alcanza desde multitud de colectivos y asociaciones a un gran número de personas de diferentes edades, situaciones, géneros e identidades. A sabiendas que habrá una tentación, existente ya en la actualidad, de medicalizar y psiquiatrizar el malestar psicológico o social, y los malestares comportamentales, aunque no sea una solución a estos problemas.
–Teletrabajo y telemedicina. Como dice la socióloga María Ángeles Durán «teletrabajar no es conciliar, es sumar dos trabajos», sobre todo si se trata de mujeres. El teletrabajo es una modalidad que apenas existía por estos lares antes del coronavirus, ahora parece que ha decidido implantarse. Ofrece una gran ventaja: el ahorro en los tiempos de transporte. Pero con otros inconvenientes: traslada los costes del espacio de trabajo al hogar; tu casa tendrá una habitación extra dedicada al teletrabajo y eso supone mucho dinero. Ahorra la empresa y carga a quien trabaja. Esa persona trabajadora, al tiempo, ve como pierde derechos sindicales, se queda sin tiempo de descanso, no puede conciliar y aumenta notoriamente la jornada laboral.
Telemedicina y teleasistencia, esa herramienta ya utilizada en los años 70 en comunidades geográficamente aisladas, y años después en plataformas petrolíferas en el mar o en áreas de difícil acceso. Ya en este siglo, la generalización de internet lo ha cambiado todo, o puede hacerlo. Aparece la teleasistencia donde algunos profesionales creen haber descubierto una panacea terapéutica mientras muchos pacientes se ven sorprendidos por el continuo rechazo a la consulta presencial sustituida por conversaciones telefónicas de escasos tres o cinco minutos tras un buen número de intentos al centro de salud de referencia. La telemedicina se oferta como un importante recurso para la atención sanitaria en el mundo. El plan era tener una oferta para los grupos de riesgo de contagio con el virus y con el uso de la telemedicina podrían estar más seguros con la atención desde su domicilio y la certeza de que hay un experto al otro lado de la cámara, dispuesto a escucharle y a ofrecerle la atención necesaria según su estado de salud. ¿Una herramienta para el presente y el futuro?
–La realidad va por otros derroteros. La teleasistencia que debiera asegurar la protección de datos y soporte técnico para la evolución clínica, la emisión de recetas de fármacos e informes y la solicitud de exámenes, la visualización de las reacciones del interlocutor… choca con las opiniones de las personas receptoras de sus servicios y con los propios profesionales de la salud.
Colectivos médicos y de enfermería, sindicatos con implantación en el ámbito sanitario, asociaciones científicas… están solicitando retomar la vuelta a la normalidad, sin que sea “nueva”, olvidándose de unas consultas convertidas los últimos meses en espacios donde hay conversaciones telefónicas con pacientes que llaman preocupados por alguna cuestión de su salud, sin valoración presencial en los centros y muy escasa atención domiciliaria. Apunto a la Atención Primaria, pues desde el medio hospitalario y en casi todas las especialidades parece ser inimaginable la atención comunitaria, esa atención sanitaria cercana para los pacientes.
Debemos reflexionar sobre qué tipo atención es la que se realiza exclusivamente a través de breves llamadas telefónicas, con frecuencia a iniciativa de pacientes, donde se conversa sobre algunos síntomas, su control y seguimiento, y quizá alguna prescripción de medicación. También conozco que ha habido llamadas telefónicas efectuadas bien desde los centros de salud, bien desde los domicilios de los profesionales, en ocasiones mediante el propio móvil. Desde luego la enorme demanda de consultas ambulatorias y de medicación anteriormente existentes se han visto notoriamente reducidas durante estos meses de la pandemia. Más desde el ámbito médico pues la enfermería ha ofrecido mayor atención directa en los centros de salud y en los domicilios, con no poca angustia ante la escasez de personal y los escasos recursos materiales.
–En Atención Primaria y en la Salud Mental, es muy importante la exploración de quien demanda atención. Mediante la exploración psicopatológica evaluamos las funciones psíquicas, individuales, relacionales y sociales, para detectar posibles alteraciones. En esa evaluación utilizamos la observación y la entrevista, a través de las cuales obtenemos la información necesaria con las que valoramos los aspectos psíquicos de la persona y, al tiempo, se va creando un vínculo significativo, imprescindible para el tratamiento posterior. Esto pierde su efectividad en una consulta basada en la tradicional llamada telefónica. Como dice una amiga psiquiatra, Merche Castro, parece difícil, si no imposible, construir un vínculo basado exclusivamente en la voz y en especial para las personas que padecen trastorno mental grave, pues podemos pasar por alto muchos aspectos psicopatológicos básicos. Sus actitudes facilitan o dificultan la entrevista, la información verbal y no verbal pero visual, gestos, posturas, lenguaje corporal, el aspecto o la higiene nos orientan hacia un posible trastorno, y nos proporcionan un feed-back sobre cómo continuar la relación terapéutica. Esa información será más apreciable en la evaluación presencial y se perderá con el contacto telefónico que no aportará esa trasmisión de lenguajes.
Y pregunto ¿por qué no es posible el acceso de las personas necesitadas a los centros de salud y a otros dispositivos asistenciales? Cierto que se cerraron oportunamente como medida de control frente a la epidemia. Va siendo el momento de aprender de estos meses, a utilizar más el teléfono y la videoconferencia con ciertos pacientes y la consulta presencial con otros. Posiblemente esta última en número menos masificado que en la época anterior.
–Ventajas. Hay muchas ventajas en la telemedicina (y telefarmacia) para pacientes (mayor accesibilidad, transfiere parte de las funciones al domicilio, facilita el seguimiento médico, evita traslados innecesarios); ventajas para el personal sanitario (mejor manejo de la incertidumbre en entornos acogedores, mayor acceso a especialistas, evita desplazamientos a otro nivel asistencial, acceso a formación sanitaria); ventajas para los centros de salud (diagnóstico y tratamientos más rápidos, precisos y oportunos, con mejor comunicación entre servicios, menor gasto de transporte) lo que pone en cuestión el modelo asistencial actual, debiendo ser organizado en torno al paciente.
Las teleconsultas durante una pandemia llegan a ser una forma segura y efectiva de evaluar casos sospechosos y guiar el diagnóstico y el tratamiento, minimizando el riesgo de transmisión de la enfermedad. Desde la ciencia e investigación nos aseguran que tras la pandemia por el Covid-19 la telemedicina y la telefarmacia «han llegado para quedarse». Que sea para mejorar resultados y vínculos interpersonales, también entre quienes padecen alguna enfermedad y quienes ayudan a recuperarse de ellas.
Surgen algunas resistencias, cierto, tanto por parte de algunos profesionales sanitarios como entre los pacientes. Durante el momento más crítico de la pandemia los pacientes lo valoraron bien porque se sentían atendidos en una situación de crisis sanitaria, pero ahora prefieren volver a la asistencia física, al cara a cara. Urge la inversión en medios digitales y en alfabetización digital, que será diferente según la edad y la situación socioeconómica, en todo caso necesitaremos un proceso de adaptación.
Ciertamente que el teletrabajo nos preserva a profesionales y pacientes de un posible contagio. Posiblemente las videoconferencias recuperarían algunos de los aspectos que se pierden con la pérdida de la imagen. Confiemos en haber aprendido en estos meses, más si hubiera que volver a situaciones de confinamiento, con una mejor atención del paciente para su correcto abordaje Tendremos que considerar el uso de videoconferencias con tecnologías seguras que ya se debieran ir preparando; medidas de seguridad con distanciamiento para las consultas y exploraciones más rigurosas, con dotación de recursos, espacios y equipos de protección; alternar la consulta presencial con la telefónica; volver a tener consultas e intensificar la coordinación de los dispositivos de Salud mental con Atención Primaria. Es cuestión de mejorar algunos aspectos de la organización de profesionales y equipos sanitarios en su tarea de atención a las personas necesitadas por tener algún problema de salud.
Ilustración: «Brazalete azul», óleo de Iñaki Márkez, 70 x 50 cm.
One Comment
Manuela Martín
La atención psicológica debería de empezar en la atención primaria con una psicóloga en cada centro, no derivarlos directamente al centro de salud mental.
Estás alteraciones no crónicas deberían de tener un acercamiento en su centro
11:14 am - 28 julio, 2020