Multiplicidad de géneros

Multiplicidad de géneros

Multiplicidad de géneros

El género referido a la construcción sociocultural de lo femenino y lo masculino, se ha incorporado a numerosos ámbitos humanos y científicos, permitiendo la visibilización de realidades ocultas, en forma de desigualdades o injusticias, que se perciben como algo natural, sin serlo realmente. Por ello, se hace imprescindible “desnaturalizar” el género para contrarrestar la violencia normativa que conllevan las morfologías ideales del sexo. Así mismo la existencia de argumentos que materializan la idea de multiplicidad de géneros y pluralidad de identidades sostendrá la conveniencia de hablar de géneros. Fuente: nuevarevolucion.es Susana Gomez Nuño

Estudios de género

Los estudios de género se centran en un campo interdisciplinario teniendo siempre en cuenta el género como categoría central. Así pues, bajo la mirada del género confluyen diferentes disciplinas e intereses, tales como la sociología, la psicología y los trabajos de algunas feministas y antropólogas. Es destacable el análisis realizado por la antropóloga Margaret Mead en los años 30, en el que constata que otras culturas poseen líneas divisorias entre los sexos, diferentes a las de la sociedad occidental y se cuestiona el carácter natural atribuido a las diferencias entre hombre y mujer.

En los años 50 se establecen las diferencias entre sexo y género a partir del avance en los estudios de psicología y psiquiatría de la mano de John Money, que aporta un componente cultural al concepto de género, y Robert Stoller, que distingue sexo biológico de identidad sexual. Ya en los 70 destacan los trabajos de varias antropólogas feministas que sitúan a la mujer en el mapa de la antropología y hacen de ella objeto de análisis, en tanto sujeto social, preguntándose si la subordinación de la mujer es universal y sacando a la luz el modus operandi de los sistemas de jerarquía social.

Angela Davis establece una conexión paralela entre los diferentes tipos de opresión, generados por la discriminación de género, la etnia, la clase social o la sexualidad, y propone la resistencia colectiva como forma de lucha. Es decir, nos habla de interseccionalidad.

A partir de los 90 se considera el género en términos relacionales, lo cual origina una interseccionalidad con otros sistemas de clasificación social como la clase, la etnia o la sexualidad, lo que genera una concepción mucho más rica y compleja del género. De igual modo, se empodera a sujetos no contemplados antes, como los hombres, lo que favorece una ampliación de los campos de estudio, que no solo abarcarán la desigualdad de las mujeres, sino que se focalizarán en las masculinidades, la diversidad sexual, coincidiendo con la eclosión de la teoría queer, y los múltiples sistemas de opresión social.

En referencia a la interseccionalidad, es interesante incluir el punto de vista de Angela Davis, que aboga por una lucha compartida contra la discriminación de género, el racismo, la pobreza y demás injusticias sociales. La filósofa y activista afroamericana establece una conexión paralela entre los diferentes tipos de opresión y propone la resistencia colectiva como forma de lucha. Es decir, nos habla de interseccionalidad. Se hace, pues, indispensable analizar cómo se relacionan y conforman esas intersecciones, las cuales cuestionan, además, el hecho de que haya categorías unitarias de género.

Sexo y género

Numerosos autores otorgan al concepto de género diferentes definiciones. No obstante, de ellos se desprenden algunos aspectos clave, tales como la dificultad en disociar género y sexo, las relaciones de ambos con los símbolos y la identidad, y su relación con la normalidad impuesta por las instituciones. Podemos sostener que el género no es una categoría descriptiva, ya que una descripción aísla al objeto del sujeto y, en la cuestión de género, el sujeto cognoscente forma parte de la descripción. En cambio, se hace obvio que el género es una categoría analítica, en tanto tenemos presente sus significados y los efectos de los mismos sobre la conformación del mundo social.

Algunas propuestas feministas establecen la diferencia entre sexo y género para evitar caer en el biologismo del cuerpo, entendiéndose el sexo como natural, esencial y biológico, y el género como cultural, posterior, fruto de la construcción social, lo que puede ilustrarse con la frase de Simone de Beauvoir: “Una no nace mujer, se convierte en mujer”. Por otra parte,

la normalidad viene definida por unos parámetros culturales en los que el par masculino-femenino se presenta como contrario y complementario, estableciendo dos únicas posibilidades de elección respecto al género, evidenciándose una sociedad sexista, incapaz de imaginar a las personas de forma abstracta, sin necesidad de catalogarlas como hombres o mujeres.

Judith Butler considera que el género es algo inestable, performativo, resultado de nuestro posicionamiento en el mundo. Asimismo pone en entredicho las categorías de género mediante las prácticas sexuales no normativas.

El género se construye mediante la adscripción a uno de los dos géneros en función del sexo, pero ello no implica que sea esencialista o natural. De hecho, Judith Butler propone la desarticulación entre esencialismo y construccionismo en el binomio sexo-género, aplicable también al tándem naturaleza-cultura. Esta autora postula que el sexo, en tanto se refuta su carácter invariable, puede estar culturalmente construido, de forma que la distinción entre género y sexo no existe como tal y este último se erige “como prediscursivo, anterior a la cultura, una superficie políticamente neutral sobre la cual actúa la cultura.”

En otras palabras, Butler postula que sexo y género son construcciones culturales y considera el género como algo inestable, performativo, resultado de nuestro posicionamiento en el mundo. Asimismo, nos habla sobre cómo las prácticas sexuales no normativas ponen en entredicho las categorías del género y propone los estudios queer como una forma de repensar otro tipo de sexualidades y géneros, dejando de lado la dicotomía hombre-mujer. Estas nuevas formas de pensar el género han generado lo transgénero, la transexualidad y otras identidades, y nos hace plantearnos si son realmente necesarias las categorías de género para construir una identidad.

Los géneros no son categorías uniformes e inmutables, sino que existen múltiples identidades de género, en las que lo masculino y lo femenino tienen diferentes significados.

Según Begonya Enguix, la teoría propuesta por Butler es útil a nivel teórico para pensar la reconstrucción de los géneros y las relaciones entre los mismos en unos términos performativos, diferentes al esencialismo natural. No obstante, llevar esta teoría a la práctica no proporciona, en general, elementos útiles para la reivindicación política del género ni para pensarse como sujeto.

En conclusión, y haciendo eco del título de este artículo, se hace necesario hablar de géneros más que de género, en tanto ha quedado demostrado con lo anteriormente expuesto que los géneros no son categorías uniformes e inmutables, sino que existen múltiples identidades de género, en las que lo masculino y lo femenino tienen significados que varían en función del contexto en que se dan.

 

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