Medicina es diferente

¿Es medicina diferente de los demás grados universitarios profesionalizantes? ¿Por qué se publica tanto sobre si faltan o sobran médicos, si conviene abrir o cerrar el grifo del numerus clausus de medicina, pero nada sobre abogados o ingenieros? El grado en medicina habilita para acceder al MIR, y tras 4 o 5 años, para ejercer una de las 46 especialidades. El grado también habilita para trabajar en la red privada como médico general, y es punto de partida para dedicarse a la investigación, a la docencia universitaria y no universitaria, a la gestión o para trabajar en la industria biofarmacéutica.

Los biólogos dedicados a la ciencia también tienen carreras largas, y los ingenieros que acumulan posgrados, y los graduados en derecho, que han de pasar por la Escuela de Práctica Jurídica para ejercer como abogados. ¿Dónde está, pues, la diferencia? El peso del empleo público de médicos sobre el total hace del sector público no solo el principal formador, sino también en principal empleador de médicos. El requisito de ser especialista para trabajar en la red asistencial pública y la querencia prácticamente unánime de ejercer la profesión vis a vis con el paciente (la investigación o la docencia pueden atraer como subproductos de la asistencia, no como sustitutivos), hacen necesario un encaje entre egresados de las facultades y acceso al MIR. Los mercados educativo y laboral están muy conectados, y regulados.

Medicina también es diferente porque las cohortes de médicos en paro formados en los años 1970s y primeros 1980s, antes de los numerus clausus, pueblan, fantasmales, el imaginario colectivo. Todavía hay estrés postraumático.

Los grupos de interés son diferenciados y opuestos. Los departamentos de recursos humanos de las CCAA querrían tener listas de médicos dispuestos a cubrir sustituciones con contratos temporales, como se ha venido haciendo. La red privada demanda médicos, aunque no necesariamente con vinculación laboral, y es un enorme atractivo profesional para algunas especialidades médicas. Lógicamente, las organizaciones profesionales corporativas y de estudiantes de medicina se oponen al aumento de la oferta. En unos mercados tan segmentados y estrechos, bastante rígidos por la regulación y otros motivos, hay riesgo de sufrir déficits y superávits a corto plazo, en determinadas especialidades y zonas. Los distintos grupos de interés valoran diferentemente ambos riesgos.

Pleno empleo y puestos de trabajo sin cubrir

El Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), las páginas web de las sociedades médicas y los portales de empleo acumulan demandas de puestos de trabajo médico. A 20 de noviembre de 2022, hay 163 en SEPE, 598 en Infojobs (la mayoría busca médicos sin requisito de especialidad para organizaciones privadas, especialmente en el dispositivo sociosanitario); hay 30 puestos de cardiólogo sin cubrir referenciados en la Sociedad Española de Cardiología. Suma y sigue. Por otra parte, abundan los titulares de prensa informando que no se encuentran médicos, sobre todo médicos de familia (ver por ejemplo, aquí o aquí). El SEPE informa mes a mes sobre los profesionales registrados como desempleados. El paro médico es únicamente estacional, cuando en mayo termina el MIR.

España es importadora neta de médicos

España es importadora neta de médicos. En 2019, el Ministerio de Educación homologó casi tantos títulos de grado en medicina de terceros países, sobre todo de Latinoamérica, como los que se emitieron en el conjunto de las universidades del país. Las migraciones hacia España actúan como mecanismo de ajuste de mercado de médicos generales y candidatos al MIR, y son sensibles al ciclo económico. Durante los años de reducción de presupuesto sanitario, se redujeron, para aumentar de nuevo en los años expansivos 2015-2019.

Los movimientos migratorios de profesionales siempre responden a dos fuerzas, un pull que te atrae y un push que te empuja hacia afuera. España ejerce un fuerte pull en Latinoamérica, país atractivo con el mismo idioma y mejor retribución que en el país de origen. La fuga del talento de los profesionales sanitarios desde países de renta media y baja es un problema ético sobre el que la OMS y la World Medical Association se han pronunciado.

Fake data. Los 4.100 que se quedan en unos 400

Los médicos formados en España tienen su push en las condiciones laborales que les ofrece la red pública -trabajos temporales, precarios, uniformizadores, mal pagados- y su pull en Europa, aunque hoy menos que hace una década. Francia es un atractor de médicos de zonas fronterizas, Portugal ha perdido gran parte de su capacidad atractora. Los medios alertan estos días, azuzados por grupos de opinión e interés, sobre la fuga masiva de médicos españoles hacia Europa, y dan la cifra de los 18.000 médicos españoles que en la última década han pedido el preceptivo certificado de idoneidad al colegio de médicos, requisito necesario para trabajar fuera de España. Pero según la OCDE, en 2021 hay 5.236 médicos formados en España trabajando en alguno de los países de la Organización, casi el 30% (1.552) en EEUU, la mayor parte son de aquella generación del paro y emigraron hace décadas. Los fake data son todavía más extremos en los flujos anuales: se airean los 4.100 certificados que se pidieron en 2021, pero corresponden a 2.504 médicos diferentes, de los que 1.769 lo solicitaron pensando en trabajar fuera, pero de ellos, solo 395 se dieron de baja de la colegiación en España, y solo 380 figuran como llegados a trabajar a otro país de la OCDE.

El coste de pedir un certificado es muy bajo. Caducan a los 3 meses y son específicos del país de destino. Se piden para trabajar, pero también para hacer formaciones cortas, cooperación temporal y para otros fines. Manejar un número tan inflado (los 4.100) es como si contaras como prendas compradas el número de prendas que te has probado en la tienda.

El acceso al grado de medicina en España, un caso preocupante de inequidad

Según la OCDE, España ocupa el puesto 15 de los 31 países con información en tasa de graduados en medicina (13,9 por 100,000 habitantes). Estamos por debajo de Italia, Bélgica, Portugal y Holanda entre otros.

Medicina es el grado universitario con mayor desproporción entre demanda y oferta. En 2021-22, más de 60.000 estudiante solicitaron medicina como primera opción para las 5.753 plazas en las 35 universidades públicas. Por su parte, enfermería está entre los grados con menor porcentaje de admitidos en primera opción: actúa como sustitutivo para quienes no pueden entrar en medicina y buscan una vía alternativa. En 2022-2023, con un 12 (sobre 14) de nota, no podrías entrar en ninguna universidad pública.

Las 11 universidades privadas que imparten el grado de medicina, ofertaron en 2022-23 1.614 plazas (casi el 22% del total). Tienen criterios de admisión propios. Medicina es un buen ejemplo de asignación inequitativa de un recurso escaso. Las universidades privadas admiten sin nota de corte, pero cobran tasas de matrícula y enseñanza prohibitivas para la mayor parte de familias (unos 15.000 euros anuales de media), frente a los 1.219 euros de la matrícula en las públicas. José María Arizmendiarrieta, fundador de la universidad de Mondragón, hablaba de la decisión entre “Libreta o Maleta” de los jóvenes de la localidad: o estudias, o emigras. En este caso, más bien sería entre “Cabeza o Cartera”.

La propuesta de aumentar el numerus clausus en las universidades públicas

Si se aumentaran en un 15% las plazas de grado, pasaríamos al octavo puesto de la OCDE con 16,2 graduados por 100.000 habitantes, una tasa similar a Portugal, suponiendo una población estacionaria en España. Pero el INE acaba de actualizar las proyecciones demográficas para España: en los próximos 15 años, habrá 4,2 millones de habitantes más que hoy, casi 600.000 niños en edad pediátrica menos (-9%) y 3,7 millones más de personas por encima de 65 años (+41%), con necesidades asistenciales ligadas a la edad y cronicidad. Anticiparse a las nuevas necesidades de médicas y enfermeras es imprescindible.

No debería asustar el aumento de plazas en las universidades públicas, pero deberían ser revisables, al alza y a la baja, según necesidad. Es decir, falta flexibilidad. Los decanos y decanas son reticentes, porque los 50 millones de € que ha ofrecido el ministerio son solo para un año, porque ciencias de la salud tiene su particular “contencioso” con ANECA y le falta profesorado acreditado en las materias clínicas (los uniformes baremos para la acreditación no concilian bien con los perfiles de los docentes vinculados desde la asistencia).

¿Se imaginan si no se hubiera aumentado el numerus clausus de medicina, que en 2005-2006 era 4.343 y había permanecido prácticamente constante desde que se instauró en el curso 1979-80, cuando España tenía diez millones menos de habitantes que ahora?

Corolario. Más allá de los números

Los números no bastan. Es preciso un cambio regulatorio en el marco de las relaciones laborales en la red pública. La uniformidad es ineficiente porque para captar talento y retenerlo hay que ofrecer lo que las personas más valoran del menú de recompensa total (ver aquí). Si no, difícilmente se cubrirán las plazas menos atractivas y en lugares remotos.

Pero, sobre todo, es preciso aclarar los roles de médicos y otras profesiones, particularmente enfermería. España tiene tasas de enfermeras muy bajas comparadas con Europa, y mientras que en el último quinquenio (2016-21) el número total de graduados en la universidad española aumentó un 15%, igual que en medicina, y el 77% en veterinaria, en enfermería apenas subió un 3%. Otras nuevas profesiones han de entrar en sanidad. Y la organización de la asistencia es una de las claves de las necesidades futuras de profesionales. Por eso, conviene moverse más allá de los números.