Manana Achebane: «La frontera lo es todo»

Manana Achebane: «La frontera lo es todo»

Fuente: VientoSur. Entrevista a Manana Achebane por Sofía Picó Olaortua.

Manana Achebane

El 16 de mayo de 2022, Marruecos reabrió parcialmente –solo para pasaportes Schengen– sus fronteras terrestres de Ceuta, cerradas desde el 13 de marzo de 2020. Para buena parte de la población ceutí, la reapertura suponía la posibilidad de volver a verse con sus parientes de Marruecos. Para las trabajadoras y trabajadores transfronterizos es la continuación de las incertidumbres sobre sus vidas.

Hasta antes de la pandemia, la excepción Schengen permitía a las trabajadoras –la inmensa mayoría son mujeres– residentes en Tetuán cruzar la frontera española sin necesidad de un visado, solo con un pasaporte expedido en la provincia. Además, muchas de estas trabajadoras disponían de un permiso transfronterizo que les permitía trabajar en la ciudad, pero que las obligaba a volver cada noche a dormir en sus casas tetuaníes. Ni el permiso ni sus pasaportes son válidos para poder cruzar a la península ni a ningún territorio Schengen.

Cuando se cerró la frontera, muchas de estas mujeres tomaron la valiente decisión de no volver a sus casas y quedarse a seguir trabajando como empleadas domésticas, al ser el sustento económico principal de sus familias en Tetuán. Desde entonces se enfrentan a una situación de flagrante injusticia: atrapadas en Ceuta, sin poder ir a Marruecos ni trasladarse a la península. Durante estos largos meses, el colectivo de trabajadoras y trabajadores transfronterizos se ha estado manifestando cada lunes frente a la Delegación de Gobierno para pedir una solución. Exigían la regularización de su situación, que se les permitiera seguir trabajando en Ceuta, poder salir a ver a sus familias y transitar como cualquier otra residente.

Al cierre de la publicación (VientoSur, 27 junio 2022) no se conoce aún si las nuevas condiciones que gobernarán la apertura total de la frontera, anunciada por el gobierno para este 31 de mayo, resolverá la situación de las trabajadoras y trabajadores transfronterizos, a la vista de las nuevas exigencias y, sobre todo, de situaciones de irregularidad sobrevenida por el paso del tiempo.

Ceuta es una ciudad fronteriza que se encuentra a las puertas del continente africano.  La frontera atraviesa la ciudad físicamente, así como la vida de muchas de las personas que residen en ella. En la ciudad ceutí, las personas que se encuentran migrando se enfrentan cada día a graves violaciones de sus derechos humanos. Violaciones que son invisibles para la población española y que quedan impunes.

Manana es una de las muchas mujeres transfronterizas que se encuentran actualmente atrapadas en la ciudad de Ceuta. Esta entrevista se realizó en el marco de un trabajo que está realizando la organización Maakum junto con otras personas voluntarias. El proyecto “Ceuta, ciudad de fronteras” es el resultado del trabajo de recopilación de información y análisis llevado a cabo en los últimos meses por un amplio equipo de personas comprometidas. La investigación realizada se materializará en un dosier cuyo principal objetivo es el de visibilizar la realidad que define a Ceuta como ciudad fronteriza y las consecuencias directas que esta tiene en las personas migrantes y las personas transmigrantes que han pasado y pasan por la ciudad. Es un trabajo hecho para que entendamos lo compleja que puede ser la realidad de la ciudad de Ceuta y la poca información que tenemos sobre ella.

Sofía Picó: ¿Nos podrías contar cómo era tu vida en tu país de origen, en Marruecos?

Manana Achebane: Nací en un pueblo de Tetuán y a los tres años me enfermé la pierna, con la enfermedad esa, polio, no sé cómo se llama… Una enfermedad de los músculos.

Me quedé más tiempo y mis padres me llevaron a una familia para que me cuidasen, me llevasen al colegio…, y luego resulta que no, que fue para aprender a trabajar y ya me quedé unos seis años con ellos. Ya cuando vinieron mis padres a verme, yo ya no les conocía. Pensaba que mis padres verdaderos eran con los que vivía. Lo que pasa es que sí notaba que a sus hijos de verdad les compraban cosas y yo no pedía, pero no entendía por qué les compraban a ellos sí y a mí no.

Cuando vinieron mis padres quise volver con ellos al pueblo, pero mi padre me decía que no, que estaba mejor así, que tenía que trabajar sí o sí. Me quedé ahí y me fui con otra familia que vivía en Tetuán, en la misma ciudad. Me quedé ocho años trabajando con ellos.

Ya con el tiempo conocí a una mujer que trabajaba en la fábrica y le pregunté cómo podía trabajar en esa fábrica. Era mejor que trabajar en una casa. Me comentó cómo tenía que hacerlo y me quedé unos seis años en la fábrica.

Entré en Ceuta con 25 años y ya desde que entré me puse a buscar trabajo. Según lo que contaban en Marruecos, en Ceuta es mejor, porque te pagan bien. Y en verdad sí, comparado con el trabajo del hogar que hay en Marruecos, aquí cobras bien. Entré y ya me quedé aquí hasta ahora. Ya voy a cumplir 30 años, dentro de tres meses, aquí en Ceuta.

  1. P.: Cuando cruzaste, ¿te enfrentaste a algún reto en la frontera?
  2. A.: No, entonces era fácil. Había fronteras, guardias, lo que pasa es que no había tanta gente. Entrabas bien, no había cola, solo enseñabas tu pasaporte y entrabas.
  3. P.: En cuanto a la frontera, ¿qué significa para ti?
  4. A.: La frontera lo es todo. Por lo menos, para pasar aquí a trabajar es todo. Porque mi familia al cerrar la frontera por covid, mi hermana, el marido de mi hermana, mis sobrinas…, todos trabajaban aquí, y ahora ya no. Ahora lo que gano yo lo tengo que repartir para cuatro casas. De momento no hay trabajo. Han buscado y están buscando, pero no encuentran. Ya estaban acostumbrados a trabajar aquí.

Mi hermana mayor tiene el permiso transfronterizo. Es una tarjeta con la que puedes pasar sin hacer cola y tienes permiso para trabajar en Ceuta. Te lo da la señora o el señor de la casa en la que trabajas. Yo también tengo este permiso.

  1. P.: Cuando entraste, ¿cómo era la entrada?
  2. A.: La primera vez que entré, no había mercancía, no había nadie. Era todo desde la plaza del centro. No había naves ni nada. Yo cogí el autobús y me fui para el centro. Entré despacio, había mujeres cogiendo mercancía, mantas, ropa, zapatos, de todo. Yo preguntaba, es la costumbre que tengo. Lo que tengo, siempre pregunto por todo, por qué es… Me dijeron que eso lo llevamos para Marruecos y les pregunté si podía hacer como ellas, y dudó por como yo estaba, pero le dije que lo intentaría.

Me dieron una caja de zapatos y me enseñaron cómo prepararlo todo y lo llevé a la frontera y se lo entregué a su dueño y me dio mi dinero. Yo me acuerdo que me dieron 25 euros, no recuerdo cómo era el dirham. Crucé andando; la frontera no estaba tan lejos como ahora, los taxis estaban más cerca. Muy cerquita había tiendas y de todo. En la frontera había de todo, hasta un café para tomarte un bocadillo.

Desde ese día me puse a buscar trabajo. Encontré una casa, pero solo duré tres meses porque no me gustó. Encontré otra en la que estoy hasta ahora. Ya me quedé aquí, aunque toda mi familia esté allí.

  1. P.: ¿Cada cuánto tiempo solías visitar a tu familia?
  2. A.: Yo antes no podía coger el coche siempre porque era mucho gasto, iba una vez al mes. Me iba el sábado por la tarde y volvía el lunes por la mañana. Toda la vida así.
  3. P.: Y ahora, ¿cuál es la situación actual?
  4. A.: Ahora estamos aquí un montón de mujeres, un grupo muy grande. Nos hemos quedado todas aquí, pero todas necesitamos salir de aquí. Conozco a una mujer que han muerto su marido y su madre a la vez. Sus hijos se han quedado allí solos y no puede salir a verlos porque no podemos salir de aquí.

Mi pasaporte ya casi vence, no le queda mucho, el carné ya ha cumplido… El carné de transfronterizas ha vencido, pero seguimos teniendo, sigo yendo al médico, pero está vencido todo, la tarjeta sanitaria…

Hay que elegir entre el trabajo y la familia y si yo elijo la familia, entonces, ¿qué hacemos?

¿Por dónde podemos salir? Mi permiso ya está cumplido. No podemos ir por Algeciras, no tenemos permiso para poder cruzar en el barco. Nuestro pasaporte no lo permite. Necesitamos un visado para ir, pero, claro, ¿de dónde vamos a sacar un visado?, no hay nada.

Nuestro permiso solo vale para trabajar en Ceuta, no en el resto de España. Muchas de mis compañeras, encima, se han quedado sin trabajo después del cierre de la frontera y sin poder volver a casa. Mucha gente no confía en las muchachas ahora, con el tema de la covid.

Estamos atrapadas porque queremos volver a ver a la familia. Pero queremos trabajar, no podemos hacer otra cosa. Hay que elegir entre el trabajo y la familia y si yo elijo la familia, entonces, ¿qué hacemos? Yo voy a mi casa y ¿qué hacemos ahí? No hay nada.

Por eso salimos a la manifestación para que nos escuchen. Pedimos que hagan algo para ayudarnos a verlos.

  1. P.: ¿Qué le pedís al gobierno?
  2. A.: Una residencia estaría bien, ¿no? Para poder movernos, si ellos tienen otra solución, yo no lo sé…, cualquier solución.

Yo solo quiero ver a mis padres. Mi madre está mala en la cama. Yo mandé un médico y cuando vio cómo vivimos dijo que mejor la dejamos así porque todo el dinero que cuesta ingresar y operar no podemos cubrirlo. Necesita que le operemos las dos rodillas… Mi madre está perdiendo la cabeza, llorando que quiere irse…

Mi hermana también está mala, le pedían 800 euros de cada escáner ¿De dónde lo va a sacar? Yo soy la que le ayuda con la medicación. Ella tiene cáncer y necesita cosas, análisis y ecografías y eso cuesta muchísimo.

  1. P.: Las mujeres que están aquí y no trabajan, ¿cómo se sostienen?
  2. A.: Algunas de las mujeres que no tienen trabajo están con sus amigas y se ayudan entre ellas. Hasta que encuentran un trabajo fijo. Así viven, ¿de qué van a vivir?, se ayudan y ya está.
  3. P.: ¿Qué ocurriría si se abre la frontera? 
  4. A.: Si la frontera se abriese podríamos volver, pero y si pasa algo otra vez como el covid o cualquier cosa, ¿qué hacemos? No podemos quedarnos allí. Necesitamos un permiso sellado por el gobierno para ir a ver a la familia y volver a trabajar.

Salimos cada lunes para ver si hay algo. Yo a mi madre la dejé bien, la llevaba de paseo, se reía… Es difícil llegar a mi casa, yo llego a mi casa, pero ya no salgo, es difícil subir y bajar. Llamo a mis sobrinos. Pero por lo menos hay donde vivir, doy gracias a Dios que tengo un techo.

Gracias a Dios que estoy trabajando, para mí eso es una cosa grandísima. Si me quedo sin trabajo, nos quedamos sin nada. ¿Sabrá la gente que estamos ahí con hambre y que no podemos pagar medicamentos ni nada?

Que la gente que pueda ayudar ayude, que la gente vaya a los sitios más pobres y busque y peguen a las puertas y vean cómo vive la gente. La comida siempre la encontramos, el problema es la medicación, todo es carísimo. Gracias a Dios han sacado una tarjeta para ayudar a la gente a operarse. Gracias a esa tarjeta se ha operado mi hermana, pero todavía falta escáner, operación de quimio…

Sofía Picó es abogada de derechos humanos y colaboradora en el informe elaborado por la asociación Maakum “Ceuta, ciudad de fronteras”

 

Defiende el derecho a la salud

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