La desnutrición coexiste con la abundancia de alimentos en Mali
Mali vive un conflicto desde 2012, que ha causado una grave crisis alimentaria y el desplazamiento de más de medio millón de personas. La desnutrición infantil en varias regiones de Mali, donde está muy extendida, no se debe a la escasez de recursos, sino más bien a costumbres culturales profundas y a malas prácticas que impiden una correcta alimentación de los niños.
El 47,2 por ciento de la población en Mali vive por debajo del umbral de pobreza y se estima que 165.000 menores sufran de desnutrición infantil para 2018, según Unicef.
La desnutrición infantil causa retraso en el crecimiento, desgaste muscular y debilita el sistema inmunitario, lo que incrementa nueve veces el riesgo de fallecer de una enfermedad. Unicef estima que 165.000 menores podrían sufrir esta confición para 2018.
Una primera causa es que los agricultores locales prefieren destinar sus campos a cultivos como el algodón para venderlo a las empresas. Y cuando destinan algunos terrenos al cultivo de alimentos, como el maíz o el arroz, prefieren vender la cosecha entera porque tienen otras prioridades, como comprar una moto mejor o casarse con otra mujer.
Se han creado grupos de sensibilización y detección de la desnutrición en cada pueblo y aldea, y abarcan, sobre todo, a personas que tienen un peso simbólico, como los clérigos y los médicos tradicionales, y otros individuos con una conciencia clara respecto a la malnutrición.
Los huertos de mujeres
Asumiendo que las mujeres administran mejor la cuestión alimentaria, muchas comunidades han empezado a dar una parte de sus tierras colectivas a grupos exclusivamente formados por mujeres.
En los mercados semanales es posible ver legumbres, verduras y carnes producidos a nivel local, lo que refleja una respuesta positiva de los agricultores a las campañas de sensibilización.
Aunque no es un país costero, Mali está bañado por el río Senegal y el Níger, lo cual hace un gran aporte de agua de superficie, además de tener una serie de lagos en toda la zona sur del país y una gran reserva de aguas subterráneas. Sin embargo, tanto la falta de acceso al agua como su mala gestión están provocando grandes estragos entre la población.
OSALDE y la Fundación DEME SO han contribuído con varios proyectos en Mali a la perforación de pozos y distribución de agua potable, una primera necesidad estructural para luchar contra los graves problemas de salud. También han impulsado los Huertos de las mujeres, un proyecto que nació con el objetivo de convertirse en una fuente de autoabastecimiento alimenticio para las familias de la región de y dar un papel protagonista a las mujeres campesinas.
Además de crear todas las infraestructuras necesarias para el huerto y formar a los habitantes para que pudieran cultivar, equipamos los huertos con bombas de agua que se fabrican por los herreros locales y se mantienen también localmente. Así, más familias que pueden comer y ver cómo sus hijos comen bien y que incluso pueden vender sus productos en el mercado y salir adelante.