Entrevista a Mari Luz Esteban
Fuente: VientoSur 17-febreo-2021
BEGOÑA ZABALA, 17-2-2021
Forma parte del movimiento feminista desde sus años de universidad, cuando entró en el Grupo de Mujeres de Basauri (en el que continúa hoy día), y en la Asamblea de Mujeres de Bizkaia. En todos estos años ha participado en distintas iniciativas, ahora mismo, forma parte de Marienea (Casa de las Mujeres de Basauri) y del Grupo Feminista del Foro Social Permanente, que aglutina a distintos colectivos y organizaciones para trabajar en torno a las consecuencias del conflicto vasco. Además, el feminismo forma parte de su actividad profesional como docente e investigadora en el ámbito de la antropología social, en la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea.
Begoña Zabala. En vísperas del 8 de marzo, estamos algo inquietas pensando en lo que vamos a organizar, hacer, celebrar. Sobre todo cómo lo celebraremos. Me gustaría comentar este tema de cerca, por las limitaciones que está suponiendo el moverse dentro de la pandemia y sus derivas. Más allá de esto, que es interesante, y que afecta a todos los movimientos, y señalando lo que quieras de específico para las feministas, me parece que podíamos abordar lo que el movimiento había acumulado hasta llegar al 8 de marzo pasado. Las jornadas de Durango, las dos huelgas feministas, las movilizaciones del aborto, las movilizaciones antiagresiones, la respuesta a la violación múltiple de sanfermines… ¿Crees que estas luchas siguen manteniendo los parámetros de las movilizaciones y las tareas del movimiento feministas vasco?
Mari Luz Esteban. A mí, sinceramente, no me importa mucho lo que hagamos este 8 de marzo. Es verdad que el 8M es una fecha fundamental en el feminismo y que ahí se suele proyectar en qué momento estamos, qué temas tenemos entre manos… Pero, en las condiciones actuales, que hagamos un 8M discreto y tirando de lo que decimos siempre, no me preocupa tanto. Lo que sí me preocupa, en la línea de lo que comentas, y dejando de momento a un lado la situación de la pandemia (sobre la que volveré luego), es el cómo estamos realmente y con qué tiene que ver. Es innegable que hemos tenido un gran éxito en los años anteriores, que quedó claramente plasmado en las huelgas del 2018 y del 2019, de modo que muchas mujeres que antes no se habían identificado con el feminismo han llegado a identificarse y han sido capaces de venir con nosotras. Y que ese éxito fue el resultado de un conjunto amplio y heterogéneo de iniciativas muy diversas que venían de atrás: todas las campañas contra la violencia, la lucha por seguir defendiendo el derecho al aborto, luchas más sectoriales… o que en los últimos años hayan surgido o se hayan fortalecido grupos nuevos en temas muy variados (desde el trabajo de hogar y cuidados hasta colectivos de mujeres jóvenes, transfeministas o de feministas racializadas), que han provocado discusiones y reflexiones nuevas…
Todo eso me parece muy bien, pero, ya antes de que surgiese la pandemia, a mí me parecía que, a pesar de ese éxito tan contundente, estábamos teniendo dificultades para coordinarnos entre nosotras y proponer una agenda común, lo que luego con la pandemia ha ganado más peso todavía, más allá de las reivindicaciones generales. Creo que justo nos encontrábamos en esa coyuntura de qué hacer con el éxito, que no siempre es fácil. Por otro lado, creo que la reacción de la derecha y algunos otros sectores sociales contra el feminismo nos pilló un poco de sopetón, no nos lo esperábamos… Así que ahí estábamos antes de la pandemia y había dudas y preguntas en el aire, las recogiéramos o no. En el caso concreto de Euskal Herria, hay que añadir que, después de las V Jornadas Feministas (también exitosas), celebradas en noviembre de 2019 en Durango (Bizkaia), estábamos empezando a reunirnos para ver cómo plantear la coordinación general del feminismo vasco, hasta qué punto coordinarnos, con qué contenidos, qué formatos…
Y en esto llega la pandemia, y creo que lo primero que hay que decir es que nos ha afectado y nos afecta mucho. Afecta a todos los movimientos sociales y también al movimiento feminista. Y el problema no es sólo que nos afecta, sino que, además, no lo estamos reconociendo, lo que me preocupa todavía más. En general, y hablo de mi entorno, estamos actuando como si no pasara nada, como si no fuera necesario hablar de eso, y que lo que hay que hacer es simplemente planificar la siguiente actividad, la siguiente campaña, como si nuestra actividad política pudiera mantenerse en cierto modo ajena a lo que está pasando y la única dificultad fuera que no podemos reunirnos como antes o que no podemos abrazarnos y besarnos.
En una entrevista que leí hace unos meses, María Eugenia Rodríguez Palop decía que al feminismo le ha afectado especialmente la pandemia porque es un movimiento corporal, donde el cuerpo, las relaciones, el encuentro, son claves en cómo miramos al mundo y cómo planteamos la política. Me pareció una idea muy interesante y que nos podría dar para mucho. La distancia (auto)impuesta nos afecta, cómo no. Nos afecta el cansancio colectivo, a nivel vital pero también a la hora de organizar cualquier cosa (todo es más complicado que antes). Nos afecta la ralentización de la vida y de la política, en general. Estamos raras (como ha señalado Amador Fernández Savater). Pero hacemos como que no, o lo reducimos solo a la dificultad para el abrazo, lo cual no me convence por distintas razones, entre otras, porque alimenta una sentimentalización del encuentro entre personas, del encuentro político, que distorsiona o no permite ver otros aspectos. Aparte de que habría mucho que hablar sobre lo que es o no es la cercanía, también la corporal. Yo diría que al hilo de la pandemia se está produciendo un proceso general de reconfiguración corporal, sensorial, que nos afecta individualmente como humanas y en conjunto como sociedad, pero que quizá nos puede llevar a otro sitio, a otra manera de relacionarnos, a otra manera de practicar la cohesión social y, por tanto, de hacer política. El otro día una amiga mía decía: “Nosotras en el confinamiento, cuando empezamos a salir, hacíamos reuniones paseando y cuando paseas hablas de una manera distinta a cuando estás sentada en una mesa”. Me gustó mucho esa idea, me pareció una clave muy sencilla, pero relevante, lo de pensar en política andando y no sentadas… Sin ninguna intención por mi parte de idealizar la distancia obligada o el no poder tocarse, no quiero que se me entienda mal, no estamos reparando en el potencial que puede haber en la situación actual. Pero, si miramos a nuestras acciones y a nuestras consignas de hoy en día, da la impresión de que no nos influye lo que estamos viviendo, lo cual es totalmente artificial, además de tener muchos riesgos, porque no estamos aterrizando bien la crisis que vivimos.
Pero hay otro elemento relativo a la pandemia que creo que también está influyendo y que también me preocupa. Hay un sector significativo del feminismo muy escéptico con lo que está pasando, lo digo en el sentido negativo del término escéptico. Es lógico y positivo, es sano políticamente, por supuesto, que un movimiento social como el feminismo desconfíe del Estado, de los gobernantes, de las instituciones. Pero, claro, en el caso del coronavirus, gran parte de lo que nos llega y condiciona nuestras vidas, todo lo que tiene que ver con las medidas de protección de la población, etc. está dictado por las instituciones, aunque hay sectores profesionales (algunos cercanos a nosotras) que están en general de acuerdo. Y no es fácil de manejar y combinar la aceptación de que en un momento pueden ser oportunas medidas generales, incluso coercitivas, por un lado, con la crítica social y política, que también tenemos que hacer, por otro. Y por mucho que digamos que “las feministas sabemos” lo que hay que hacer, hay que reconocer que esto que vivimos nos ha superado, como ha superado a todo el mundo, incluidas las autoridades, que se afianzan en esquemas terribles de gobernanza basados en una combinación de improvisar, defender sus intereses y quitar agencia a la población. Pero nosotras, por ser feministas, no lo sabemos todo, en todo caso, tendremos criterios parciales que podrían ayudar, eso sí. Repetir algunas consignas generales no significa que sepas lo que hay que hacer en la práctica, o no siempre. Todo esto, unido a ese escepticismo de un sector relativamente amplio, que incluso piensan que se están manipulando los datos, o que se está utilizando la pandemia solo para controlarnos, sin proponer nada más… y la falta de debate sobre el feminismo y la pandemia hace que nos quedemos un poco fuera de juego. Tenemos que ser críticas y apoyar las peleas de los sectores más afectados, porque en la pandemia no solo están aflorando vulneraciones claras de derechos (como en el caso de las personas mayores), sino que está reforzando un sistema absolutamente injusto y desigual. Un ejemplo es todo lo que está pasando con las trabajadoras de cuidados y el sistema de cuidados en general que están protestando. Pero, ¿qué más estamos haciendo? Últimamente se han puesto en marcha algunos estudios para ver la afectación de la pandemia sobre los movimientos y las reacciones concretas de los distintos grupos, y espero que nos den un poco de luz.
Me llama también mucho la atención que no estemos aprovechando las circunstancias que vivimos para revisar nuestras posiciones frente a la ciencia, y no lo digo solo en sentido crítico negativo, sino en el de seguir pensando qué ciencia nos interesa a las mujeres o a los grupos discriminados, cómo potenciar ese conocimiento, identificar también bien quiénes son los científicos de quien nos podemos fiar y quiénes no. O para poner al día los planteamientos feministas en torno a los distintos sistemas médicos que hay en nuestra sociedad, sin dar por hecho que todas las prácticas que se denominan alternativas son mejores. Y para hacer una valoración (o valoraciones, en plural, no tiene por qué haber solo una) sobre la necesidad de lo público y a qué llamamos público y cómo se construye…
Ya digo que hay factores muy distintos en la crisis que estamos viviendo, yo solo he nombrado algunos, pero en todo caso creo que habría que verlo de un modo mucho más complejo, realista e incluso riguroso, y además entender que, incluso en lo negativo de lo que está pasando puede haber un potencial positivo que ni siquiera estamos teniendo en cuenta. Por eso he comenzado diciendo que lo más importante ahora no es el eslogan que proponemos para el 8M, sino hacer un buen diagnóstico (en plural) de dónde estamos y qué podemos hacer y ponernos a ello. Sin pausa, pero, eso sí, sin prisa, sin cerrar la reflexión o el proceso antes de tiempo.
Begoña Zabala. Situándonos en el movimiento feminista vasco, y sin obligarnos a hacer una radiografía exacta, ¿dónde pondrías los puntos más fuertes y más arraigados para seguir adelante? Parecería que el acrónimo EHMF (siglas en euskera del Movimiento Feminista de Euskal Herria) que aglutina muchas realidades ha tenido su utilidad en muchos momentos, sobre todo a efectos de convocatorias nacionales y unitarias, tiene un ámbito limitado. Hay quien quiere situar retos comunes, acuerdos de agenda, señalar prioridades. ¿Cómo ves este modelo de organización? ¿Se pueden llegar a plataformas, acuerdos, coordinadoras, cuando ves en algunos sectores unas posturas de expulsión y de exclusión a compañeras por querer definirse como trabajadoras sexuales, por ejemplo, o por enfrentarse con el binarismo de género?
Mari Luz Esteban. Antes he hablado de la reacción de la derecha. Pero claro, está también el tema de las discusiones internas al feminismo, que ya estaban pero que ahora han explotado. Esto tampoco lo habíamos previsto, o no, por lo menos, la virulencia con la que se está dando. Hoy por la mañana, estaba pensando en aquellas discusiones tan intensas de los años 80 sobre pornografía y sobre igualdad y diferencia… En aquel tiempo también hubo tensiones fuertes, por ejemplo, en las Jornadas de Granada de 1979. No hay que pensar que lo que está pasando sea nuevo del todo. Pero es verdad que la situación actual es específica por algunas razones. En primer lugar, porque ha emergido claramente algo que ya estaba, pero no era tan público, que es la fuerza que tiene un feminismo próximo al poder con claros intentos no solo de luchar por sus intereses sino de conseguir la hegemonía (otra cosa es que lo consigan), que, independientemente de lo que pensemos sobre lo que opinan sobre temas como la prostitución o el transfeminismo, están aprovechando su posición de poder para intentar controlar al feminismo y afianzar su propia idea de quién es el sujeto legítimo, qué es el ser mujer o cómo tiene que ser la sexualidad… Pero están influyendo dos variables fundamentales: la edad y la clase social. Hablamos mucho de interseccionalidad, y este es un buen ejemplo de una interseccionalidad que, por decirlo coloquialmente, nos ha estallado en la cara. bell hooks recuerda en su libro El feminismo es para todo el mundo, que en Norteamérica un sector del feminismo se centró en defender la igualdad de oportunidades en su estatus social y económico y dejó a un lado los derechos de las más débiles. Eso es lo que está pasando también aquí; para defender lo suyo necesitan excluir del feminismo a todas las demás, lo que es algo que va en contra de la misma esencia del movimiento. Pero ¿qué estamos haciendo las demás? Los conflictos siempre hay que pensarlos en diferentes direcciones.
Y otro elemento es cómo se producen los debates en redes sociales, la mediatización del debate feminista, que tiene ventajas, no voy a negarlo, pero también muchos, muchísimos problemas y para los que no estamos pensando demasiadas soluciones. En los tiempos de los debates a los que he aludido antes, se daban también discusiones no solo intensas, incluso agresivas, pero se vivían en entornos feministas, en entornos más cerrados. Y eso te permite controlar un poco mejor las consecuencias y la dinámica misma del debate. Ahora, en redes sociales, muchas veces parece que el fin principal es la competencia, derrotar a la adversaria, que lo importante es que seas ocurrente y tengas reflejos para responder, no tanto profundizar en el debate o llegar a acuerdos. Prima la espectacularización del debate. Los dos temas más conflictivos que tenemos sobre la mesa, el de la prostitución y el del binarismo, en sí mismos, son apasionantes, pero la forma en que se dan dificulta mucho la reflexión, el desarrollar y argumentar bien las diferentes posiciones o, más aún, el poder llegar a una agenda común feminista, aunque sea de mínimos, como hemos hecho en otros momentos con otros temas. Y para complicar más las cosas, entran a opinar en nuestros debates personas con muy poca formación feminista. Venía hoy mismo en el coche oyendo una tertulia en la radio sobre la ley trans y hablaba una persona que había participado en la redacción de la ley y, por tanto, con mucho conocimiento del tema. Después de su intervención, les dan la palabra a tres tertulianos y uno en concreto hacía afirmaciones en las que se veía que no tenía un buen conocimiento de ese debate o de las reivindicaciones feministas, en general, pero que opinaba sin ningún rubor sobre lo que está bien o no. Y así se refuerza la idea de que todo el mundo puede opinar de temas feministas, de cuestiones que son superespecíficas y superespecializadas, que requieren formación. Esto pasa mucho con el feminismo y nos complica todavía más discusiones y procesos que son complicados en sí mismos.
Es verdad que, si nos centramos en Euskal Herria, no se está dando ni planteando este conflicto de un modo tan violento como en otros puntos del Estado (aunque llegan también los tweets, claro). Me parece a mí, no sé qué impresión tienes tú. Quizá ocurre esto, simplemente, porque no tenemos un feminismo institucional con una posición de poder como el que hay en Madrid y también, seguro, porque somos muchas menos. Mantenemos posiciones diferentes, pero en general conseguimos hablar de los temas sin excluir a nadie, sin rupturas. Pero, igual lo que digo es más un deseo que una realidad…
Begoña Zabala. En todo caso llama la atención que estos dos temas, trans y prostitución, uno novedosísimo y el otro que hunde sus raíces en los primeros debates feministas de los 70, provoquen una posición en las feministas institucionales o del poder, que llega hasta la exclusión de las filas del movimiento feminista y la tipificación penal de la actividad. Esto yo creo que es lo que nos tiene que preocupar y mucho. Y en ese sentido te preguntaría por las potencias y los resortes que tenemos aquí para tirar hacia adelante con estos temas.
Mari Luz Esteban. No quiero idealizar, pero, diría que, en general, el movimiento vasco ha sabido mantenerse unido, y esto por muy distintas razones. Además de las ya dichas, creo que ha influido el llamado Conflicto Vasco, que ha permeado, en positivo y en negativo, la actividad política en su conjunto. Por una parte, se han privilegiado unas dimensiones del Conflicto sobre otras y eso no siempre ha sido positivo, pero, por otra, el mismo Conflicto nos ha obligado, por ejemplo, a pensar en cómo estar juntas a pesar de las posiciones diferentes. Me atrevería a decir que el que hayamos vivido la situación política que hemos vivido aquí en las últimas décadas y las consecuencias pero también las enseñanzas que ha conllevado esa experiencia nos ha preparado mejor para las alianzas. Las feministas hemos tenido posiciones muy diversas alrededor del conflicto, y conseguíamos estar juntas evitando algunos temas. En los últimos años la situación ha cambiado radicalmente y, por ejemplo, hoy día algunas estamos organizadas como feministas en el ámbito de la construcción de la paz. Esto nos está permitiendo, entre otras cosas, revisar lo que entendemos por violencia o violencia machista, llegar a una perspectiva más amplia de la que hay en otros contextos, porque hemos tenido que introducir y combinar aspectos que en esos otros contextos no son tan necesarios. Eso no es garantía de hacerlo mejor, pero sí nos ha puesto en una posición un poco más favorable para entender y afrontar las diferencias entre nosotras. Esto influye también en cómo se están gestionando los conflictos en torno al debate de la racialización. En positivo diría que, en conjunto, ahí también estamos mejor preparadas para afrontar las diferencias, lo cual no quiere decir que no haya tensiones o contradicciones o que acertemos siempre, ni mucho menos. No quiero pecar de optimismo o de ingenuidad, sé que está siendo determinante que este último debate haya llegado más tarde que en otros sitios y que hayamos podido aprender de la experiencia ajena. Pero, sí, creo que, en general, las feministas vascas hemos sido más unitarias, como tendencial, al menos, y que lo seguimos siendo. También añadiría que a ello han contribuido algunos sectores feministas que se lo están currando muy bien, y cito en concreto a Euskal Herriko Bilgune Feminista, una organización feminista abertzale y euskaltzale que se extiende por todo Euskal Herria, que defienden sus ideas, pero mantienen al mismo tiempo una actitud clara y contundente a favor de la unidad y el acuerdo.
Pero, bueno, otra cuestión es qué hacer aquí y ahora para coordinar en la práctica el movimiento feminista vasco, que me parece también necesario y tendremos que ver cómo hacerlo.
Begoña Zabala. Sí, sí, yo creo que se puede insistir en esto, porque ahora estamos hablando del movimiento feminista que se coordina aquí. Y tenemos casos concretos que son muy interesantes y significativos, como fueron las movilizaciones por el derecho al aborto, en tiempos de Gallardón y las movilizaciones contra las violencias.
Mari Luz Esteban. Si recordamos, por ejemplo, la violación múltiple de sanfermines, en el feminismo vasco prevaleció una posición muy crítica pero muy antipunitivista, y me parece que tiene que ver también con todo lo que he dicho hasta ahora.
Luego, además, hay que subrayar que el contexto vasco es distinto a nivel social, político y económico, en general, y esto lo ve cualquiera, tenga la ideología que tenga sobre lo vasco. Me refiero al ámbito sindical, a algunas dinámicas de los movimientos sociales, con sus más y sus menos, pero incluso a nivel de los gobiernos que tenemos, sobre los que podemos hacer muchas críticas, pero mantienen unos mínimos en cuanto a la igualdad. En la sociedad vasca se da una combinación curiosa y no muy fácil de abordar, de una dosis alta de conservadurismo, por un lado, que en los últimos tiempos es cada vez más evidente, y a la vez, por otro lado, una apuesta clara por algunos aspectos de la igualdad, por ejemplo, respecto al género. Todo esto hace que el movimiento feminista sea también distinto. No hay que mirar más que a las políticas feministas institucionales, donde están trabajando muchas técnicas que están a la vez en asociaciones feministas. Homogeneizar demasiado a los movimientos feministas de diferentes lugares no nos ayuda a entender el feminismo en su conjunto o por qué ocurre lo que ocurre. Además del riesgo del centralismo, que en el caso del Estado español es evidente.
Begoña Zabala. Hablando de temas importantes del feminismo, creo que debemos mentar los cuidados, que tan omnipresentes se están haciendo. Muchas feministas señalan que es el gran tema del feminismo, que es además una buena palanca y está recorriendo realmente muchas movilizaciones e iniciativas. Además, parece que aglutina a muchos sectores de mujeres, que se sienten a gusto bajo este paraguas.
Mari Luz Esteban. En el tema de los cuidados yo soy bastante crítica con cómo lo estamos planteando a nivel general, y creo que es necesario un debate más concreto, más profundo y complejo del que estamos haciendo. En mi opinión tenemos un primer problema y es que se están simultaneando dos ejes de reflexión en torno a los cuidados, algo sobre lo que no somos siempre conscientes. Uno sería el de los cuidados en términos de la dependencia, de la atención a personas que en un momento determinado no pueden valerse por sí mismas para necesidades básicas, con todas las diferencias que puede haber en ese colectivo (por edad, situación, temporalidad de la situación…), que son muchas y plantean retos también muy diferentes. Y, por otra parte, tenemos, y eso acapara muchos de los debates feministas en torno a los cuidados, todo el tema del cuidado mutuo en las relaciones entre nosotras, o las relaciones interpersonales en general. Y muchas veces, cuando las feministas están hablando de cuidados (y esto tiene que ver también con la edad, como es lógico), no están hablando de cuidados de personas que no pueden valerse y que hay que organizar su cuidado sí o sí y urgentemente, sino que están hablando en términos de nos cuidamos, los afectos, “me tratas bien o mal”… Esa dimensión, que no digo que no sea importante, ha ido cogiendo un tamaño y una manera de plantearlo que a mí no me convence del todo. Primero, porque parece que antes no nos cuidábamos entre nosotras, y no digo que no sean fundamentales algunas revisiones que se han hecho en los últimos años alrededor del activismo, pero antes también éramos conscientes de que era preciso cuidar las relaciones, aunque no habláramos en esos términos o lo hiciéramos de otra manera. Y segundo, y más importante, porque centrarnos tanto en ese aspecto, por muy relevante que sea, hace que los cuidados de personas que necesitan atención se queden a veces en un segundo lugar o para las trabajadoras y los colectivos más afectados. Yo creo que esas dos dimensiones no las tenemos muy bien equilibradas.
Pero, está también la teorización que se hace sobre los cuidados, limitada en general a la expresión “los cuidados en el centro”, “la vida en el centro”, que repetimos una y otra vez sin saber siempre de qué estamos hablando, yo al menos me quedo muchas veces con la duda. Una abstracción en el debate que para la política del día a día no sirve porque no se concreta qué pedimos. A mí me llama la atención que tanto discurso que tenemos acerca de los cuidados, no estemos apoyando más explícitamente como movimiento a las trabajadoras de cuidados. Parece que sí las apoyamos pero diría que, en realidad, bastante poco. Eso sí, todo el rato hablando de “los cuidados en el centro”. Es verdad que hay sectores que se están organizando alrededor de esas reivindicaciones y otros que les apoyan… Pero veo muchas lagunas y creo que tiene que ver, entre otras cosas, con la edad y con que son reivindicaciones de clase, pero no quiero simplificar tampoco esta cuestión. No sé tú cómo lo ves.
Begoña Zabala. Cuando nosotras empezamos con el tema de los cuidados lo metimos desde el principio muy en la familia, y a mí me parece que es un bonito marco para analizarlo. Pero era otro tema, y es como empezamos: la asignación obligatoria de los cuidados a la familia, y por ello, a las mujeres. Y otro elemento es cómo se mercantiliza. Nosotras queríamos, y queremos, mercantilizar los cuidados y socializarlos y este es el gran tema. Entonces efectivamente se socializa y se mercantiliza mucho trabajo de cuidados, en términos puros y duros de capitalismo y de dominación masculina. Así aparece este trabajo asignado a millones de mujeres en condiciones laborales muy injustas y precarizadas. Y además el tema de los servicios públicos y de los servicios sociales, en estos últimos años ha variado mucho. Ya no está el espejismo del Estado del bienestar, basado sobre todo en los servicios públicos prestados por la Administración. Ya son trabajadoras de la Administración y están en situaciones sub-laborales.
Mari Luz Esteban. A mí me preocupa mucho que no nos centremos en los aspectos concretos, que no son nada fáciles en sí mismos, pero que es la única manera de avanzar. Ahí veríamos hasta qué punto estamos o no de acuerdo en las posibles medidas, y tendríamos que llegar a acuerdos sobre algunas reivindicaciones, darles forma… Con eslóganes generales no decidimos qué propuestas hacer, qué política de cuidados estamos desarrollando. El modelo de residencias hay que revisarlo en profundidad, las condiciones laborales de las trabajadoras de cuidados son pésimas y hay que luchar por sus derechos, vale, pero ¿que organización general de los cuidados estamos pidiendo, en lo concreto?
En todo caso, y para terminar diría que, además, de revisar todos estos temas, en la situación actual, sobre todo, nos toca resistir. Pero, si resistimos bien, mejor, y hay que darle vueltas a cómo resistir y si se puede hacer algo más. Y hay que estar muy atentas a lo que está pasando y a los potenciales que se están abriendo, y ser muy autocríticas. Amablemente autocríticas, si quieres, pero autocríticas. No me gusta la autocomplacencia que veo a veces entre nosotras. En todo caso, una cosa es protegernos y proteger al movimiento y otra bien distinta ser autocomplaciente.