El porqué de una campaña educativa
Por Mirtha Cucco Autora de la Metodología ProCC. Centro de Desarrollo de Salud Comunitaria ‘Marie Langer’. Fuente: Blogspublico.es (Comentarios en el blog) Ilustración de Maite Yurrebaso
La pandemia nos ha colocado en una realidad inédita y excepcional. Las situaciones de emergencia social, y esta lo es, suponen alteración de normas y de marcos de referencia de las relaciones sociales; perturbación de la vida cotidiana, de su estabilidad, sus ritmos…; y situaciones de amenaza que provocan un alto grado de incertidumbre.
Nuestros modos de vida, nuestras rutinas, fueron desbaratados. El dolor entró por nuestras televisiones y teléfonos y sufrimos un gran impacto emocional. Tenemos las energías puestas en los cambios que se suceden y que, a su vez, se modifican por momentos. Hoy la desescalada nos enfrenta a nuevos interrogantes.
Sabemos que esta es una crisis no solo sanitaria, sino también económica y social. Y los hechos muestran un sistema voraz e insaciable, que privilegia su lógica de acumulación sobre las necesidades de la población. La ilusoria creencia hegemónica de un sistema que aportaba «lo estable y previsible» da lugar a la evidencia de su fragilidad. Sentimientos de soledad e indefensión serpentean el presente y las previsiones de futuro.
Por otra parte, la apología del individualismo como supuesta expresión de libertad, en realidad promueve cada vez más ser sujetos aislados-«auto-gestionados», con vínculos frágiles y dependientes, «conectados-desconectados», con gran dificultad para sostener la alteridad, las diferencias, el nosotros. Sujetos atrapados en una inmediatez que dificulta la vivencia de proceso y la capacidad de elaborar duelos.
Estas condiciones subjetivas podrían entenderse como un cierto estado de «desnutrición social» que hace más difícil una acción colectiva para el enfrentamiento de una situación como la que se vive. Nos encuentra sin saber qué es y cómo hacer un duelo social.
Nos preguntamos por qué el cuidado de la salud mental no va paralelo a otros cuidados. Y no estamos hablando de patologías mentales, sino del propio proceso de comprender y elaborar la realidad y sus incertidumbres. Es necesario poder adueñarnos de ella y ser partícipes activos y no víctimas de algo que nos deja inermes y nos lleva, bien a la pasividad indefensa, o bien a la euforia negadora saliendo a ocupar la calle con actitud de que «ya pasó todo». ¿Cómo hacer para que mantengamos la calma, elaboremos duelos, entendamos el proceso y no nos quedemos anclados en una pasividad ilusoria, depositando en un otro impersonal las decisiones?
Pensando soluciones en el marco de procesos de transformación social, nos preocupa y ocupa la necesidad de tener en cuenta tanto hechos materiales objetivos (combatir el virus, analizar desigualdades, considerar nuevas precariedades…) como los estados sociales de fragilidad subjetiva a los que antes hacíamos mención. La vida cotidiana y el análisis de sus malestares permite acercarnos a las problemáticas que se vivencian y nos da pistas para elaborar formas de afrontamiento, pero las soluciones no se improvisan, ni aparecen solas.
No es posible pasar de las debilidades del «individualismo idolatrado» a ser cooperativos sin un trabajo propositivo. Estamos desentrenados. Trabajar en y con la comunidad para afianzar lazos y fortalecer trama social frente a los desafíos que se avecinan implica método. No se trata de abanderar el voluntarismo. Sin embargo, advertimos con preocupación que cuando más hay que desarrollar habilidades y capacidades para esta gran tarea de trabajar la conciencia social, es cuando más se desdibuja, se desconoce, la potencia comunitaria del conjunto de recursos profesionales e institucionales…, la dimensión comunitaria de los Servicios Sociales, de la Atención Primaria y de Educación, en momentos en que se precisa una pedagogía de emergencia.
Bueno sería que, junto a muchas iniciativas solidarias que han surgido, también desde instancias institucionales se advirtiera la gran necesidad del trabajo pedagógico en y con la población; que no solo se informe, sino que también se tome el pulso de los comportamientos sociales frente a la pandemia. No se trata de sacar estadísticas sobre si se violaron parques precintados, sino de preguntarnos por qué sucede eso y ver qué podemos hacer para generar conciencia general y no quedarnos solo en señalar con el dedo a culpables individuales. Es la hora de comprender la comunidad, los intereses comunes.
¡Cuánto alivio y qué sanador es compartir espacios con las demás personas y encontrar elementos para comprender y elaborar lo que está pasando! ¡Juntas buscar soluciones! La realidad requiere que hoy formemos parte activa del cuidado social con responsabilidad e inventiva. Para ello es necesario fortalecernos en la capacidad de escucha, la búsqueda de consensos, el desarrollo de actitudes colectivas. Así armamos lazo y acrecentamos el sentimiento de comunidad.
Tomemos en nuestras manos el compromiso de fortalecer el nosotros, tan imprescindible para nuestra recuperación frente a la pandemia como para la construcción de un nuevo orden mundial más justo. Seamos parte de una necesaria «campaña educativa», con organización y método, contribuyendo colectivamente a esclarecer y construir alternativas lúcidas, frente a un futuro que se torna incierto.
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