COVID-19: ¿Oportunidad o Retroceso?

COVID-19: ¿Oportunidad o Retroceso?

por Francisco Rodríguez Pulido Iñaki Markez Psiquiatras de la AEN y de Osalde

  1. Sabemos poco, improvisamos mucho, y nos queda por responder bastante sobre el origen, desarrollo y consecuencias de la pandemia mundial del COVID-19. Se la ha reconocido para la mayoría como una crisis sanitaria, social y económica, y en círculos más reflexivos como una crisis de valores y antropológica, como ruptura del equilibro con la naturaleza. Por ello, la amplitud de miradas y de narraciones tiene la riqueza de la diversidad y de la complejidad ante unas generaciones en el mundo occidental actual que no han vivido crisis humanitarias como la presente.

La excepcionalidad, la ausencia de experiencias de pandemias en estos últimos 100 años, y sus transmisibilidad por la globalización han sido condiciones contextuales significativas en la toma de decisiones. El bien supremo en esta crisis ha sido la vida -en algunas excepciones la economía- pero para otros, la libertad y la justicia han mermado a la propia democracia. La falta de un liderazgo político mundial, y también local, en el marco de una pandemocracia ha hecho de la pandemia un escenario más de la geopolítica del siglo XXI. El mercado, que para algunos influyentes lo regula todo, ha reflejado que es incapaz de defender el interés general. Y el Estado de derecho ha sido el único instrumento de la ciudadanía capaz de ofrecer una respuesta eficaz y proteger los derechos universales, a pesar de la ofensiva neoliberal de los últimos diez años. El crecimiento ilimitado sigue aumentando las brechas sociales, y esta pandemia, con sus dramáticas consecuencias económicas, vuelve a golpear a los de siempre, esos sectores más vulnerables, aumentando el umbral de la pobreza, haciendo relevantes los factores socioeconómicos en la salud pública.

  1. El insuficiente protagonismo de la Salud Pública, que trata sobre la salud de las poblaciones, no viene determinado por la asistencia sanitaria. Los determinantes socioeconómicos de la salud tienen un peso mayor. En el seno del sistema sanitario tiene una posición subordinada a la asistencia y en el conjunto de las administraciones públicas tiene escaso poder de influencia. Por ejemplo, el gasto per cápita en Salud Pública en las diferentes CC.AA. es muy diferente y, en la mayoría, muy escaso para afrontar las necesidades sociales ¿Quien puede dudar hoy que la pobreza, el desempleo, el abuso sexual, el maltrato infantil, familias desestructuradas, la migración forzosa, consumo de ttóxicos, las catástrofes y eventos traumáticos, tienen relación con los trastornos mentales del adulto?

El músculo del sistema y el servicio nacional de salud deberá reforzarse, garantizar unas condiciones de trabajo sin sobrecargas, sin temporalidad y de salarios dignos. Un Sistema Público de Salud, gratuito, universal y de calidad, blindado constitucionalmente. Una reforma más descentralizada de la atención comunitaria, integrando a los ayuntamientos y a la comunidad en las políticas sanitarias y en servicios sociales, con mejora sustantiva de sus presupuestos y de profesionales de lo social colaborando con la atención primaria y la red pública de salud mental.

  1. La Atención Primaria recibe una cuota de presupuesto ridícula para la labor que realiza. Se infravalora su labor y se magnifican las tecnologías médicas del espectáculo mediático. En la pandemia hemos visto, que sólo se ha nombrado esta red de atención a la comunidad, en el período de desescalada cuando durante toda la pandemia han estado conteniendo sin prensa la propagación del virus, diagnosticando la mayoría de los casos, con escasa protección y la ayuda venía de sus propios vecinos. El gasto en la atención hospitalaria y especializada sigue siendo muy superior, cuadriplicando en ocasiones, al de la Atención Primaria. Sin duda alguna es necesario aumentar los recursos que se dedican al nivel primario por su capacidad de intervención y resolución, posiblemente hasta llegar al necesario 25-30% del gasto sanitario, aunque esto sólo no sea suficiente. Se debe modificar su oferta de servicios, adecuarla a las nuevas demandas y a la cronicidad y envejecimiento de la población. No nos vale solo el uso de su fuerza moral, como ha ocurrido en la pandemia. Las acciones en salud requieren políticas y acciones transversales como las políticas de género y las de inclusión social. Implica a todas las áreas de los gobiernos. Requiere que gobernantes y gestores tengan visiones estratégicas de los recursos y las necesidades sociales. Esta pandemia ha visualizado el mal hacer desde el ámbito gerencial y político.

La atención geriátrica, en el marco de las residencias, ha emergido sus enormes debilidades en los cuidados de larga duración. Las circunstancias vividas trágicas y alarmantes en las residencias, mayormente privadas, hacen que los gobiernos y la sociedad civil, revisen estos lugares de institucionalismo por necesidades de los otros. La política hacia la tercera edad deberá dar un giro de ciento ochenta grados, ofreciendo la posibilidad de atención en el propio domicilio y de una vida significativa. Muchos procesos judiciales quedan por resolver y dará este asunto para largo pues la gestión ha sido nefasta durante mucho tiempo, sin olvidar el abandono a su suerte de tantos miles de personas. El derecho a los cuidados y a la salud quedó olvidado.

  1. Las personas con trastornos mentales establecidos y significativos son una versión de «los que no tienen», pero en realidad, se aplica a muchas personas y la experiencia del encierro viene siendo «muy diferente» a la de los «que viven en hacinamiento» o alojamiento inestable, con niños corriendo y tal vez una pareja que tiene problemas con el control de su ira, lo que ha incrementado de forma significativa la violencia de género.

La mayoría de los estudios hasta este momento indican que la mayoría de la población, de forma natural con el desarrollo de sus propias estrategias de afrontamiento, el apoyo mutuo y la disponibilidad de los profesionales de la salud mental para ofrecer espacios de apoyo emocional, se alejan de la patológizacion. En tal caso, lo veremos en los próximos meses, es previsible que la demanda se focalize en el «trauma», o en el «duelo complicado» o “la pobreza» o las «conductas adictivas» y/o la «violencia de género».

La ciudadanía, al calor de los procesos de normalización en los próximos meses, harán las demandas oportunas, siendo necesario reforzar las políticas de transversalidad. La red pública de atención primaria -reformulando su atención en la comunidad-, la red pública de salud mental -su foco en la atención en el domicilio- con implicación de los servicios sociales que deberán crecer necesariamente, en el marco de una atención descentralizada en la política de comarca o sector. No habrá otro camino que recorrer sino el de la cooperación, para convertir esta crisis realmente en una oportunidad de cambio y ofrecer mayor eficacia en la resolución de los problemas de salud de la población. Sí hay otro camino, el de responsabilizar a la población de su mala salud mientras los gobiernos se retiran y contemplan desde la barrera, algo muy propio del neoliberalismo. Las personas con trastornos mentales graves han interrumpido sus procesos de recuperación y de integración en el empleo, también del goce de las puertas abiertas debiéndose asumir los riesgos de la libertad. Será necesario redoblar nuestros apoyos y esfuerzos para continuar con los avances logrados.

  1. Al descubrir ahora la teleasistencia o telesalud que se encontraba en los márgenes de la atención del sistema sanitario, lo fácil sería considerarla como la panacea para el cambio del sistema sanitario. Esta tecnología puede ser útil en determinadas situaciones clínicas, muy definidas, pero no deberá nunca sustituir a la clínica presencial y, sin embargo, aparece como opción “alternativa”. Para algunas personas y en algunos contextos, podría ser el único soporte disponible y, eso es mejor que ningún soporte. Esta práctica no es equitativa, hay dudas de la garantía de su privacidad y voluntariedad, muchos usuarios no la prefieren, y no tienen disponibilidad de la misma ni poseen los sistemas y habilidad necesaria para su manejo.

Será muy incorrecto que la atención psiquiátrica descanse en la teleasistencia y los psicofármacos, significaría la desaparición de la persona como sujeto de su propia salud. Volveríamos a cosificar a la persona, como otra manera de limitarla. La realidad no es ajena a nuestra acción, hay que llamar la atención sobre las capacidades humanas, por eso debemos dejar de conjugar los verbos de forma impersonal -«hay que hacer», «tiene que ocurrir», “cuando esto pase”, etc.-. Ocurrirá, si por nuestras acciones, así sucede. Nuestras acciones influirán o no, en la nueva agenda social. Entonces veremos si se ha acumulado energía y las razones del interés general están sobre la mesa. Tenemos una gran oportunidad para cambiar a un mejor estilo de vida o retrocederemos a situaciones conocidas del pasado reciente.

La pintura que ilustra el artículo es de Iñaki Márkez (óleo de 70 x 50 cm)

 

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