Se denomina sobreutilización a aquella “prestación de servicios médicos para los cuales el potencial de daño excede el potencial de beneficio”. En este texto del Lancet de hace 1 año se resumen las mejores evidencias (cinco revisiones sistemáticas) al respecto. La cifra más repetidas es la de que el 30% del gasto de un sistema de salud se pierde en sobreutilización. Pero fijarnos en la sobreutilización no puede esconder los problemas existentes con la infrautilización.
Diagnóstico erróneo de preferencias
El problema de la sobre-utilización es que necesita una definición de “atención adecuada” que, como sabemos, puede variar entre pacientes y grupos de pacientes. La cuestión sigue una escala de grises: lo más frecuente es que el uso excesivo se encuentre en un continuo entre un extremo donde están las intervenciones claramente beneficiosas (como la insulina para un paciente diabético tipo 1) y otro extremo donde se encuentran aquellas intervenciones que nunca deberían realizarse por el altísimo riesgo de daño o inutilidad absoluta (como solicitar un PSA de cribado del cáncer de próstata o tratar con condroprotectores un dolor artrósico). La mayoría de pruebas y tratamientos se encontrarán en la zona de grises (ver arriba imagen traducida del texto original).
Como bien dicen los autores: “Incluso cuando el consenso sólido tiene criterios establecidos que definen la idoneidad de las pruebas y tratamientos (como muchos desarrollados para la cardiología) la idoneidad puede ser incierta en muchos casos individuales”.