«Los médicos disidentes» por Juan Irigoyen (Blog)

«Los médicos disidentes» por Juan Irigoyen (Blog)

Transcribimos integramente el excelente artículo de Juan Irigoyen, publicado en su interesante blog de 19 de julio de 2018: LOS MÉDICOS DISIDENTES

En los últimos años se ha expandido una conciencia crítica en algunos sectores de la profesión médica. La reforma sanitaria, en particular la de la atención primaria de los años ochenta, generó un contingente de profesionales críticos, principalmente ubicados en las primeras promociones de médicos de familia. Pero esta generación accedió inmediatamente a posiciones de responsabilidad dentro del sistema sanitario y su conciencia crítica fue absorbida por la institución. En los términos que utilizo en este texto, se constituyeron en alternativa más que en disidencia. El resultado fue la disipación de sus ideas inicialmente críticas, a las que siguieron apelando simbólicamente en un escenario completamente diferente al esperado. El ultrapragmatismo, acompañado de unas dosis de cinismo continuadas, así como de precariedad intelectual, ha imperado en esta exitosa generación, que ha mantenido sus posiciones en las sociedades científicas, profesionales y la tecnoestructura del sistema durante más de treinta años.

En los últimos tiempos se ha intensificado la reestructuración del sistema sanitario a la sombra de lo que se denomina como “la crisis”. Como consecuencia de los distintos procesos en curso se producen varios malestares de distinta significación que dan lugar a una nueva conciencia crítica. Pero no todos los críticos son homologables. Entre los mismos cabe distinguir entre varias clases muy diferenciadas según sus posicionamientos. Muchos basan sus censuras en la restricción de recursos de las políticas sanitarias privatizadoras, en tanto que otros proponen cambios de gran alcance en la institución médica. Estos últimos son a los que se puede denominar como los médicos disidentes.

Hace algunos años leí, en el número dedicado a la Sociedad Terapéutica de Espai en Blanc, una reseña de Esther Jordana del libro de David Cooper “Quiénes son los disidentes“publicado por Pre-Textos en 1978 http://espaienblanc.net/?cat=10&post=1759 . Con posterioridad leí el libro, en tanto que tenía mucho interés en descifrar los discursos y las prácticas de la izquierda universitaria y médica en los tiempos alegres del cambio de siglo. El problema de fondo consistía en explicar la ausencia fáctica de oposición a las vigorosas reformas neoliberales que ya operaban en ambas esferas.

La idea central de Cooper es constatar que los disidentes de los países del Este eran el resultado del Gulaj, entendido como un dispositivo de poder que fabrica sus opositores convirtiéndolos en disidentes políticos, condición que implica un apartamiento radical que conduce a su redefinición como personas psiquiatrizadas. La aportación principal del libro es la constatación de que en el mundo aparentemente democrático, se instaura el Mega-Gulaj de Occidente. Este puede ser definido en palabras del autor “hay cientos de miles de personas en el oeste que han sido sometidos a una invalidación sutil o abierta en tanto que individuos, y ven negado su derecho a seguir, autónomos, su propio camino…Toda poesis autónoma, toda creatividad, en el sentido más amplio, se convierte en una disidencia, una manera desnormalizada de vivir la vida cotidiana como invención libre “.

Así, Cooper confirma la disidencia en las democracias occidentales. El modo de operar de este singular Mega-Gulaj es condenar a los disidentes a la impotencia efectiva sin necesidad de institucionalizarlos. Afirma que “el sistema es ese amplio despliegue de estratagemas ideológicas, de estrategias y de tácticas, que se derivan de un centro ineluctable y esencialmente inexistente del poder estatal…hacia esa zona inalcanzable que rodea a cada uno de nosotros”.  Dicha impotencia se asienta sobre la incomunicación con los normalizados, que en realidad son sujetos atados por un conjunto de lazos con el poder. Disentir significa “sentarse en el otro lado, en el otro campo, disensión quiere decir sentir y pensar de modo distinto a los poderes establecidos”.

Desde los años setenta, el sistema ha evolucionado confirmando la idea de Mega-Gulaj. El crecimiento impetuoso del neoliberalismo, fusionado con las instituciones emergentes de la nueva individuación –la gestión, las de conducción psi y la medicalización- ha cristalizado en un dispositivo operativo que solidifica “la zona inalcanzable que rodea a cada uno de nosotros”. Una conceptualización clarificadora de este dispositivo de poder es la del filósofo alemán Byung-Chul Han. En su sólido libro “Psicopolítica” desmenuza los fundamentos del nuevo poder, que bajo distintas vestimentas, incrementa la vulnerabilidad y la dependencia de las personas.

Los sistemas sanitarios del presente, en coherencia con la gran reestructuración neoliberal en curso, operan según las reglas establecidas que establecen un pensamiento único que se impone en todas las esferas. Las transformaciones del Complejo Médico-Industrial favorecen la dependencia creciente de los profesionales y la preponderancia de la Industria, que incrementa significativamente su producción inmaterial, en tanto que sus productos representan conceptos sobre la enfermedad, la vida y la asistencia. Así se conforma una versión de un Mega-Gulaj médico, en el que cada uno se encuentra encuadrado en un sistema de conocimiento que es obligatorio de facto aceptar y exige una adaptación inevitable.

Desde siempre se han producido un conjunto de discursos críticos en el interior de la profesión. Pero la dinámica singular de configuración del sistema sanitario en España ha incorporado a numerosos profesionales críticos a las instancias directivas desde la reforma sanitaria de los años ochenta. Este hecho ha determinado la neutralización de una posible disidencia y la creación de un escenario dominado por la ficción y la simulación. Aquellos que desarrollan políticas sanitarias inscritas en los modelos neoliberales y subordinadas a los intereses de la industria, exhiben discursos que contienen algunos elementos críticos. Esto es lo contrario a la disidencia, en tanto que no se encuentran verdaderamente en el otro lado, sino radicalmente en este.

La Federación de Asociaciones de Defensa de la Sanidad Pública ha desempeñado un papel de resistencia a las sucesivas reformas neoliberales. Pero sus actuaciones se han guiado por el modelo de la alternativa. La FADSP ha funcionado como una instancia que se constituía en alternativa al poder estatal, en el modelo caducado del estado de bienestar. De este modo, aparece marcada con una impronta oficialista, que reforzada por la correlación de fuerzas tan desfavorable en el interior del sistema sanitario, ha determinado la baja eficacia de sus acciones y la debilidad de sus esferas de influencia. Frente a un sistema de poder tan novedoso, consistente y sofisticado, la alternativa es ficcional. Ese poder, en condiciones de superioridad absoluta, puede permitirse la cooptación de sus propios críticos. Esta es una pauta constante en los treinta últimos años.

En la reseña de Esther Jordana aparece un concepto fundamental. En los dispositivos Gulaj, la disidencia no puede ser parte de la alternativa. Porque en un sistema así no hay “otro lado”. El poder trabaja en la perspectiva de solidificar “la zona inalcanzable que rodea a cada uno de nosotros”. Los Congresos médicos ilustran acerca de la insignificancia de cualquier discurso crítico en un medio caracterizado por la repetición, la proliferación de lo idéntico y la saturación. La disidencia solo puede ejercerse en un no-lugar que es preciso constituir y llenar. Este es “el otro lado” en el que es posible pensar y contestar el pensamiento único cautivo a los intereses industriales y globales. El poder del Mega-Gulaj médico es un dispositivo formidable, flexible y heterogéneo, dotado de la capacidad de reintegrar cualquier idea crítica alternativa, recuperando a sus actores. Si estos rechazan esta asimilación, el dispositivo muestra su capacidad de ejercer una gama de estrategias de marginación, que pueden culminar en la expulsión de facto.

En los últimos tiempos se han ampliado los discursos críticos con respecto a las políticas sanitarias. Pero lo nuevo es que han cristalizado varias disidencias en el interior de la profesión, que cobijan a los discrepantes en instancias autónomas creadas por ellos mismos, en las que el control del dispositivo del Gulaj tiene escasa eficacia. Los Seminarios De innovación en Atención Primaria o No Gracias constituyen ejemplos elocuentes. Junto a ellos proliferan algunos blogs y distintas iniciativas que albergan definiciones de la realidad alternativas al pensamiento oficial patrocinado imperante. Algunas de estas tienen lugar en los márgenes del sistema sanitario.

Las disidencias se retroalimentan mutuamente y generan unos territorios en los que el control oficial disminuye. Así estimulan la producción y circulación de discursos críticos que no pueden ser reabsorbidos con facilidad por el dispositivo de poder. Este conjunto de resistencias heterogéneas y diversas no tiene la pretensión de constituirse en alternativa en el tiempo inmediato. Esta es la razón por la que se conforman como fértiles disidencias. El elemento principal del modelo de disidencia radica en su pretensión de subvertir el conocimiento y el orden oficial sobre el que se sustenta el dispositivo de poder imperante. Esto les permite constituirse como contrapoderes de hecho, que pueden llegar a ejercer alguna influencia en algún momento específico.

Sin ánimo de inventariar las disidencias en curso se pueden clasificar en distintos tipos.

 El primero encuadra a disidencias que pretenden recuperar la autonomía profesional frente a los agentes externos que han subvertido a la profesión médica. Juan Gérvas es uno de los disidentes más proverbiales. Tanto en los seminarios de innovación, como en Equipo CESCA, sus publicaciones en distintos medios, los numerosos actos que promueve en los márgenes de lo oficial y las redes, se configura como un verdadero contrapoder profesional. Sus propuestas son alternativas pero su intención no es ocupar un lugar en el sistema. Las estrategias de silenciamiento que se ciernen sobre él pueden formar parte de un manual de la disidencia.

La emergencia de No Gracias supone una rica experiencia de convergencia de discursos críticos. Abel Novoa adquiere también el perfil de un disidente estereotipado por la solidez de sus aportaciones y su papel en la formación de una nueva conciencia crítica. Su apelación  a la transición profesional en la recuperación de la autonomía constituye un desafío de una envergadura considerable al orden imperante. Los textos procedentes de No Gracias adquieren un valor considerable en el sistema de comunicaciones de los distintos profesionales críticos. A pesar de su aparente aislamiento, la lógica del contrapoder implica la asunción de no pocos de sus planteamientos.

La reestructuración a la baja de la Atención Primaria es un foco de respuestas, algunas de las cuales se ubican en la frontera de la disidencia. El blog de Sergio Minué, El Gerente De Mediado, es una fuente alternativa a las políticas sanitarias de la época. Su conexión con la inteligencia médica global y su solidez lo acreditan como una referencia imprescindible. Imagino las tácticas para tratar de atenuar o silenciar esta valiosa contribución incompatible con la desinteligencia de los promotores de las reformas sórdidas.

El segundo tipo de disidencias se focaliza en un conjunto de grupos alineados en torno a lo que se entiende como Salud Comunitaria. El disidente dotado de más abolengo en este campo es Javier Segura. Tanto en su blog “Salud Pública y otras dudas” como en sus publicaciones y actuaciones, se sitúa más allá de la frontera de lo asumible por la atención primaria reformulada tras el informe Abril y reestructurada varias veces por la emergencia neoliberal.

Así como en el primer tipo de disidencias referidas a la definición profesional el sistema percibe de forma más nítida esta amenaza, en el caso de las disidencias asociadas a la salud comunitaria se sigue la estrategia de ubicarlos en el confín del sistema, como un adorno que no afecta a su funcionamiento. En las próximas semanas contaré algunas experiencias personales que ilustran las capacidades del sistema para neutralizar discursos extraños a sus finalidades y canalizar las actividades modificando sus sentidos que le resultan sospechosas.

En no pocas ocasiones es difícil determinar la diferencia entre una disidencia, una resistencia, una posición crítica o una simulación. En cualquier caso, la disidencia es un atributo del sistema, que crea las condiciones para su incubación. Lo que se puede afirmar, sin lugar a dudas, es que las disidencias son fenómenos extremadamente productivos, en tanto que estimulan el pensamiento al establecer diferencias. En sociedades como las del presente, se puede afirmar que la disidencia es una precondición imprescindible para el cambio positivo. En ausencia de estas el sistema se encierra sobre sí mismo generando un clima pésimo y reforzando las ataduras sobre sus miembros. Así, la zona inalcanzable que rodea a cada uno de nosotros, se hace más sólida. Frente a un disidente solo cabe el elogio. Es lo que he tratado de hacer en este texto. Porque ¿qué sería de las realidades profesionales sin disidencias y disidentes?

NOTA: No te pierdas tampoco los comentarios al artículo de Juan Irigoyen:  LOS MÉDICOS DISIDENTES

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