La Salud Mental Infantil en las culturas neoliberales

La Salud Mental Infantil en las culturas neoliberales

Resumen: Ya que el colapso de muchos servicios bancarios y financieros ha revelado recientemente las fallas del neoliberalismo, parece un buen momento para pensar en el impacto que este sistema de valores económico, político y social ha tenido sobre el bienestar de los niños.

Fuente: atopos.es

… resumen… Tras analizar cómo nuestras creencias y prácticas sobre los niños y las familias están modeladas por una variedad de presiones económicas, políticas y culturales, planteo cómo las políticas que promueven una forma agresiva de capitalismo conducen a un sistema narcisista de valores que atraviesa las instituciones sociales, incluyendo las que atañen a la infancia. Esto no sólo incide en el bienestar emocional de los niños, sino que también da forma a la manera en que en las últimas décadas el diagnóstico y la prescripción de medicación en los trastornos mentales de la infancia han aumentado enormemente en muchos países postindustriales (particularmente en Norteamérica, el Norte de Europa y Australasia). Se trata de un hecho indiscutible, pero que es objeto de muy distintas interpretaciones por parte de académicos y clínicos, en función de sus diversos principios teóricos. Aquellos que creen que detrás de este cambio rápido en la salud mental referida a la infancia está el progreso “científico”, sostienen que trastornos como el TDAH, la depresión infantil y el autismo estaban anteriormente infradiagnosticados. De acuerdo con esta perspectiva despolitizada, siempre ha habido niños que padecen estos trastornos, pero sólo a consecuencia de los recientes avances clínicos y científicos, hemos descubierto que son síntomas de una condición médica capaz de causar un desarrollo anormal y, a veces, un desequilibrio químico o un retraso en el neurodesarrollo.

Los críticos de esta visión que mantiene que los cambios en torno a los trastornos mentales de los niños son resultado de los nuevos descubrimientos científicos (entre los que me incluyo), apuntan a la pobreza de la evidencia que sostiene estas aseveraciones (ver como resumen de estas críticas Timimi, 2002, 2005a, 2006, 2008; Timimi & Leo, 2009).

Por supuesto, existen otras dos posibilidades para explicar este dramático aumento de los diagnósticos de trastorno mental en los niños. La primera es que sí exista un incremento real de los problemas emocionales y de conducta de los niños y adolescentes que ha llevado a un mayor escrutinio público y una mayor preocupación por el bienestar de niños y adolescentes, y que ha abocado a un mayor esfuerzo profesional para entender y aliviar estos problemas. Entender las causas de este aumento de los problemas de conducta y emocionales nos obligaría a fijar nuestra atención en los cambios que se han producido en las sociedades postindustriales, que incluyen factores ambientales, sociales, económicos y políticos. La segunda posibilidad es que no se haya producido este incremento en los problemas emocionales y de comportamiento entre los más jóvenes, sino que haya habido un cambio en la manera en conceptualizamos la infancia y sus problemas.

Estas dinámicas alimentan el crecimiento de los diagnósticos psiquiátricos en la niñez y la tendencia a manejar las conductas y emociones disfuncionales de los niños mediante intervenciones –particularmente farmacológicas– a las que me refiero como la McDonaldización de la salud mental infantil.

El presente artículo pretende cuestionar muchas de las premisas culturales asumidas concernientes a la infancia, que se encuentran incluidas en el estrecho marco biomédico que fomenta el neoliberalismo

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