Fukushima, 10 años después del accidente

Fukushima, 10 años después del accidente

por Aurora Bilbaoprofesora de la Facultad de Medicina de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y Coordinadora de la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear (IPPNW)

Demasiados aniversarios trágicos a recordar, para no olvidar. Esta vez se trata del accidente de la central nuclear de Fukushima, en Japón,  que sucedía hace 10 años, dejando un legado de muertes, contaminación … Ha sido el peor accidente nuclear de la historia tras el de Chernobil.

No hay que culpar a la naturaleza de los accidentes nucleares. Seamos honestos, responsables y coherentes y pongamos en contexto el accidente.

Los accidentes no son una cuestión al azar, surgen como consecuencia de la concurrencia de determinadas ”circunstancias” (o errores) que terminan por desencadenar lo irremediable. Y eso sucedió en Chernobil, en Fukushima, etc.

Primera circunstancia – la connivencia entre gobiernos e industria energética, siempre a favor de los intereses del sector eléctrico, sin considerar los riesgos que se derivan de la existencia de centrales nucleares.

Segunda circunstancia

el gobierno de Japón, (país que sufrió las consecuencias de la utilización de armas nucleares), incongruentemente apostó sin escrúpulos por la energía nuclear y autorizó la construcción de 48 reactores. Y lo hizo en detrimento de la salud de su población y de la destrucción de su hábitat.

Tercera circunstancia – el gobierno japonés permitió a TPCO (Tokio Electric Power Company) la construcción de una central nuclear con 6 reactores en Fukushima, ignorando deliberadamente que se edificaba en una zona de gran actividad sísmica, (en el Cinturón de Fuego del Pacífico), que registra más de 5.000 temblores al año.

Cuarta circunstancia – en un derroche de soberbia, en su construcción no se consideró tomar algunas medidas encaminadas a evitar, o al menos minimizar, las consecuencias de un “posible” accidente. El complejo nuclear se construyó sobre un acantilado a 10 metros del nivel del mar y no se planteó levantar un muro de contención lo suficientemente eficaz (alto) que garantizara la protección frente al impacto de un posible tsunami … por otro lado, nada infrecuentes en la región.

 

Por lo tanto, era una cuestión de tiempo que ocurriera una catástrofe, demasiadas omisiones, demasiados errores … demasiada arrogancia. Y llegó el día. El 11 de marzo de 2011, un terremoto abría las entrañas de la tierra y provocaba posteriormente un tsunami en la costa noreste de Japón, en el entorno de la central de Fukushima.

Lo que vino después, es la historia de un “accidente” anunciado y de una catástrofe de magnitud “10” en  la escala de desastres humanos, que pudiera haberse evitado.

Cuando se decide instalar centrales nucleares sobre terreno sísmico, hay que asumir que tarde o temprano puede suceder lo irremediable, aunque nadie quiera admitirlo.

 

¿Qué sucedió en Fukushima?

Un terremoto de grado 9 (el máximo en la escala Richter), con epicentro en el mar, a escasos 60 Km del complejo nuclear, hizo temblar las estructuras de la central hasta quebrarlas grave e irreversiblemente.

  • El terremoto provocó la activación del proceso de detención de emergencia de los reactores operativos (1-3).

Se activaron los generadores de energía de emergencia para el proceso de enfriamiento de combustible en los reactores (1-6).

  • La ola del tsunami que vino tras el terremoto, alcanzó entre 15 y 24 metros de altura. (La central estaba emplazada a tan solo 10 metros sobre el nivel del mar y el muro de protección frente a tsunamis alcanzaba los 12 m).

El tsunami provocó una inundación en los generadores de emergencia que desencadenó una pérdida de energía en los reactores 1-5

  • Se “calienta” el material combustible de los reactores por falta de refrigeración
  • Se produce la FUSIÓN DE LOS NÚCLEOS. El combustible se fundió en los reactores 1-3 y las sustancias radiactivas fueron liberadas al aire.
  • Las explosiones de hidrógeno subsiguientes, causaron daños en los edificios que contenían los reactores 1, 3 y 4.
  • Se perdió la función de enfriamiento en las piscinas de combustible gastado de los reactores 1-6.
  • Se perdió el control de la central.
  • La diseminación descontrolada de material radiactivo generó una contaminación tanto en mar como en tierra, que obligó a evacuar a toda la población en un radio de 30 kilómetros.

Pero, como se menciona al principio, los accidentes no se deben al azar ni a la “ira” de la naturaleza única y exclusivamente. Detrás de esta tragedia, además del terremoto y el tsunami (si se profundiza con honestidad sobre lo ocurrido), se encuentran graves deficiencias de diseño de los reactores, de las instalaciones y un muro de protección frente a tsunamis insuficiente.

La escala INES evalúa el nivel de gravedad de los accidentes nucleares.

El accidente en Fukushima se registró como de grado 7 (máximo en esta escala), igualando el nivel del accidente de Chernóbil. A partir de ahí, empezó el caos, como se vio en Chernobil, y fue imposible cerrar la caja de Pandora, cuya apertura ya se había iniciado en el momento en que se tomó la decisión de construir la central y ponerla en marcha. No aprendemos …

La fe ciega en la tecnología y la creencia de que las centrales se pueden proteger “adecuadamente”, traen a la memoria de nuevo un “déjà vu”, el accidente de Chernobil. La historia se repetía como un mal plagio de la tragedia que conmovió al mundo, pero no a sus dirigentes, ni a los que apuestan por la energía nuclear, ni a los que tienen que tomar decisiones sobre este tema en los organismos internacionales, como la IAEA (Agencia Internacional para la Energía Atómica), que se supone debe proteger a la ciudadanía de los peligros nucleares (tarea difícil, si no imposible) … o la OMS responsable de combatir los peligros que amenazan nuestra salud…

 

Más de 15.000 personas perdieron la vida, una 6.000 resultaron heridas y alrededor de 2.500 siguen desaparecidas, así como entre 50.000 y 100.000 personas evacuadas temporal o definitivamente, según distintas fuentes consultadas.

Pero el problema no se limitó a Japón. Las nubes con material radiactivo, procedente de las explosiones, viajaron libremente por la atmósfera hasta lugares muy lejanos,  porque la radiactividad no reconoce límites, ni fronteras … dejando la evidencia de los peligros que conlleva la energía nuclear.

Una semana después del accidente de Fukushima, en Norteamérica y Europa se registraron partículas radiactivas procedentes de Japón. A finales de abril se detectó en España, y en otros países de Europa, un aumento en el aire de isótopos de yodo y de cesio (elementos procedentes de las explosiones nucleares). (Profesor Eduard Rodríguez Farré).

El yodo-131 incorporado al organismo se deposita en la glándula tiroides para fabricar las hormonas tiroideas, sin distinguir si es yodo radiactivo o no,(vida media 8 días)

El cesio-137 se incorpora al sistema muscular por su similitud con el potasio (que actúa en la contracción muscular), (vida media 30 años)

El estroncio-90 es reconocido como calcio por el organismo y lo deposita en huesos y dientes, (vida media 25-28 años)

 

Las consecuencias sobre el habitat

Gran parte de la radiactividad fue a parar al mar. La contaminación de las aguas marinas, con una enorme repercusión sobre la vida marina, difícil de controlar, que pasará a la historia por ser la más grave de todas las ocurridas, y han ocurrido muchas.

Los niveles de radiactividad de las áreas cercanas a la central impactaron sobre la actividad agrícola y ganadera, afectando a la cadena alimentaria, por consiguiente, a la salud de la población.

 

Efectos sobre la salud

Las muerte causadas por el terremoto y el tsunami posterior, no se pueden relacionar con los efectos de la exposición a la radiación producida por el accidente en la central.

La contaminación radiactiva originada por el accidente produjo, produce y producirá graves consecuencias en la salud de los habitantes de la zona y … allende los mares.

  • En los primeros momentos, aunque no hubo muertes directas, se sabe que murieron de forma prematura más de 1.000 personas (sobre todo personas de edad avanzada) como consecuencia de la evacuación “preventiva” y la afectación psicológica, social y económica causada en los evacuados.
  • Se dio un aumento de niños recién nacidos con problemas de tiroides o con riesgos de padecer dicha enfermedad.
  • Se han presentado casos en cuanto a la exposición de la piel: quemaduras beta, hematomas e inflamación.
  • La pérdida de cabello ha sido otra de las alteraciones que han manifestado las víctimas.
  • La exposición a la radiación puede tener consecuencias a largo plazo:

mayor probabilidad de desarrollar cáncer y problemas de fertilidad …

  • Es importante tener en cuenta que los tumores sólidos tienen un periodo de latencia (tiempo que transcurre entre la exposición al agente cancerígeno y la aparición de las manifestaciones del cáncer) de 35-50 años, mientras que en la leucemia va de 2 y 5 años. Por lo tanto, aún no estamos viendo las consecuencias del accidente en toda su dimensión.
  • Aparición de niños con malformaciones y enfermedades en generaciones (en términos genéticos, una generación equivale a 30 años).

Aunque a nivel humano sea lo menos relevante, añadir a todo esto, el coste económico que ha supuesto y seguirá suponiendo el accidente. Por intentar tener una aproximación a este dato,  recordemos el coste del desastre de Chernóbil valorado en 260.000 millones de euros, por ahora.

Los problemas causados por el desastre de Fukushima continúan y algunos continuarán durante miles de años. Por mucho que se empeñara el gobierno japonés en minimizar los daños ocasionados, lo que parece innegable es la elevada peligrosidad de la utilización de la energía nuclear.

No hace falta dar muchos más detalles para confirmar y reafirmar, la peligrosidad de la existencia de la energía nuclear como opción. Por más que nos esmeremos en la toma de medidas de seguridad con respecto a las centrales nucleares es obvio que nunca serán suficientes.

Recogiendo las palabras de Greenpeace: la seguridad nuclear es una quimera porque en el mundo un accidente nuclear ha tenido lugar aproximadamente cada siete años, de promedio.

Fukushima y los Juegos Olímpicos

Con este panorama ante nuestros ojos …

La antorcha olímpica está ubicada en el Centro Nacional de Entrenamiento de la prefectura de Fukushima, a poco más de 20 kilómetros de distancia de la zona cero del desastre nuclear, desde donde comenzará el relevo de la antorcha para la celebración de los Juegos en el verano de 2021. El presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, subrayó con anterioridad que este fuego puede convertirse en “la luz al final del túnel en el cual se encuentre el mundo en el presente”.

Increíble que se pueda equiparar el fuego de la antorcha olímpica (llena de simbolismo positivo, de afán de superación y motivadora de valores humanos) con el fuego que destruyó parte del complejo de Fukushima (símbolo de lo más negativo y peligroso que ha creado el hombre y expresión de los valores más devastadores para la humanidad).

Es un acto más de soberbia. Indignante la defensa irracional y  la reivindicación de la energía nuclear por parte de los poderes que mueven el mundo. Aunque intenten convertir lo negro en blanco, la oscuridad más absoluta en luz, lo vistan como lo vistan, la realidad y las evidencias dan infinitas muestras de que, o la energía nuclear o nosotros.

El “carnaval nuclear” debe terminar sus días en la “hoguera de las vanidades”, como en la Florencia de 1497.

 

AURORA BILBAO SOTO

(IPPNW, exprofesora de la facultad de Medicina (UPV/EHU)

NO A LA ENERGÍA NUCLEAR

Defiende el derecho a la salud

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