Cuidados sanitarios y cuidados para la vida

Cuidados sanitarios y cuidados para la vida

por Lázaro Elizalde, ex director del Servicio de Ciudadanía Sanitaria, Aseguramiento y Garantías del Departamento de Salud de Navarra

 Las ideas de este artículo no son originales. Tal vez haya algo de novedoso en que las escriba un hombre, médico y en el momento de la desescalada de la pandemia de Covid 19.

Esta pandemia ha hecho aflorar de manera dramática la falta de visibilidad y de responsabilidad compartida sobre los cuidados para la vida que tiene nuestra sociedad.

Los cuidados, según dice Amaia Perez Orozco, son las tareas cotidianas que permiten que la vida siga funcionando. Su parte material está constituida por el conjunto de trabajos y tareas. Pero además, para realizar los cuidados, se requiere conocer las necesidades, asumir las responsabilidades, acompañar emocionalmente a las personas cuidadas, y una forma de pensar centrada en la ayuda al mundo y a las personas.

La compra, las limpiezas, la preparación de la comida, el vestido, el acompañamiento en la educación, el apoyo, el cariño, o la ayuda con las necesidades sanitarias son modalidades de trabajo que, en nuestra sociedad, a pesar de la inmensa cantidad de horas que se les dedican, resultan invisibles. La asunción de responsabilidades y el acompañamiento emocional quedan aún más invisibilizados.

Hay diferentes razones con distinto peso para esa invisibilidad: económicas, de poder, de aprovechamiento por quienes no los realizan, de formar parte de nuestra cultura social, y otras, pero es evidente que los trabajos de cuidados recaen sobre mujeres en la inmensa mayoría de los casos.

Estas tareas, fundamentales para el mantenimiento de la vida, se consideran improductivas y quedan excluidas en la mayor parte de las ocasiones,de la valoración y del reconocimiento de la utilidad fundamental que tienen para la subsistencia de la sociedad, para su reproducción, tanto en nuestro entorno como en cualquier lugar del mundo.

La sociedad considera únicamente los trabajos que se realizan con fines productivos, tradicionalmente realizados por hombres, y en nuestra sociedad de manera progresivamente creciente, por mujeres. A estos trabajos productivos se les otorga valor, se les da publicidad e importancia social y se considera que merecen ser retribuidos. Curiosamente el trabajo de compra, mayoritariamente realizado por mujeres, ha pasado a considerarse socialmente más importante desde que en el confinamiento Covid 19 ha empezado a ser realizado por mayor número de hombres.

En nuestra sociedad desarrollada ha cambiado el statu quo de las cosas: las mujeres han asumido cuotas cada vez mayores de protagonismo, y buscan trabajos remunerados que han aumentado la capacidad adquisitiva de las unidades familiares. De ahí se ha derivado que gran parte de mujeres hayan  asumido una doble carga de trabajo: el retribuido y el de cuidados, en el que colabora una pequeña proporción de hombres.

Otra forma de adaptación a los nuevos contextos ha sido la contratación para los trabajos de cuidados,  a personas que proceden fundamentalmente de países del Sur, mayoritariamente mujeres, a las que se les asigna las tareas de mantenimiento  de las casas a cambio de horarios extenuantes y condiciones de empleo de extrema inestabilidad.

Como en la cultura dominante se trata de trabajos no reconocidos, las condiciones salariales para quienes los realizan de forma remunerada son altamente precarias.

Nuestras sociedades tienen una población cada vez más envejecida  lo que  añade más necesidades de cuidados y requiere ofrecer nuevas soluciones. Estas respuestas siguen los mismos criterios que el resto de cuidados: escasa valoración social y escasa dedicación de recursos.

Para quienes tienen una dependencia, o son mayores y no pueden cuidarse, las opciones pasan por aumentar las cargas de trabajo en los hogares generando más obligaciones y mayor sujeción a las mujeres(peores jornadas y mayor precariedad, en los casos de personas contratadas para dar cuidados)  o, en un porcentaje pequeño, por el  ingreso en residencias con mínimos de plantilla de limitada cualificación y condiciones laborales precarias.

La gestión de las residencias no ha sido asumida por la sociedad y las administraciones públicas. La mayoría se ha cedido a empresas multinacionales del sector que o bien exprimen los recursos de las personas mayores cuando los tienen, o bien  captan fondos públicos en el caso de las concertadas, cuando la Administración ha reconocido el derecho de las personas dependientes o con menos recursos, a acceder a una Residencia.

 

Los cuidados sanitarios

Con el Covid 19 hemos visto la punta del iceberg de los cuidados totales, que son los cuidados sanitarios.

Son los que necesitan personas con alto grado de vulnerabilidad como mayores, dependientes, personas con enfermedades crónicas, etc.. La Covid-19  ha evidenciado que estaban especialmente expuestas y que sus necesidades particulares de cuidado, no estaban garantizadas por las instituciones. En los lugares en los que los servicios sanitarios y sociales públicos se han precarizado más, la falta de capacidades ha llevado a la muerte a gran número de personas.

El reconocimiento de las labores de cuidado tiene en el sector sanitario un claro paralelismo con el resto de la sociedad. El conjunto de profesionales con mayor capacidad para proporcionar cuidado sanitario, la enfermería, tiene una consideración secundaria entre la totalidad de profesionales del sector.

Las enfermeras son profesionales cada vez con mayor capacitación para ayudar a las personas o a las familias en sus autocuidados, para realizar educación para la salud, para apoyar al profesorado, al barrio o pueblo o las APYMAS en realizar estilos de vida más saludables y este papel es clave para garantizar la promoción de salud y la prevención de las enfermedades.

El momento de la nueva normalidad, es una buena oportunidad para poner en valor los cuidados para la vida y los cuidados sanitarios.

En el caso de los cuidados para la vida se necesita hacerlos visibles, que sean un compromiso de hombres y mujeres y del conjunto de la sociedad. Que todas las medidas a poner en marcha contemplen la conciliación, las retribuciones dignas para las cuidadoras profesionales, la carga especial de cuidado que soportan quienes tienen en su hogar personas con dependencia, con discapacidad, mayores o menores, y que la totalidad de programas a impulsar incluyan esas realidades en sus propuestas de actuación. Es necesario avanzar en generar una cultura de derechos en relación con los cuidados, que impulse la responsabilidad de promover políticas públicas con equidad.

En el caso de los cuidados sanitarios hay que dar un paso hacia adelante conceptualmente para evitar seguir haciendo más de lo mismo, invertir en desarrollos tecnológicos, en más medidas de atención o de intervención individual que cada vez resultan menos eficientes. Hay que salir de los muros de los servicios sanitarios y trabajar con y hacia la comunidad.

Es imprescindible que enfermería cobre un protagonismo fundamental especialmente en el trabajo comunitario, en los domicilios, en trabajar con los centros educativos o residenciales que hay en cada zona de salud y con su tejido asociativo. Que los centros de salud desarrollen nuevas iniciativas hacia las personas que residen en sus zonas. Para conseguirlo, habrá que aumentar el personal de enfermería y de  trabajo social de los centros de salud y habrá que superar el corsé de los cupos para poder ayudar a las familias en sus planes de cuidados, de autocuidados de problemas crónicos, así como a todas las  que tengan personas con alguna discapacidad, minusvalía o condición precaria de vida y salud.

Avanzar en estos cambios nos permitirá tener una sociedad más cohesionada y mejor, preparada para hacer frente a presentes y futuras pandemias.

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