Conferencia Internacional sobre el clima: «Durante la catástrofe, continúa la comedia»

Conferencia Internacional sobre el clima: «Durante la catástrofe, continúa la comedia»

Fuente: 24ª Conferencia de Naciones Unidas sobre el Clima. «Durante la catástrofe, continúa la comedia» 24/12/2018 | Daniel Tanuro

Traducción: Faustino Eguberri para viento sur

La 24ª Conferencia de Naciones Unidas sobre el clima (COP24) acaba de finalizar en Katowice, Polonia. En lugar de apoyarse en el reciente informe especial del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, por sus siglas en inglés) para tomar las medidas ultra urgentes imprescindibles para mantener el calentamiento por debajo de 1,5ºC respecto al siglo XVIII, la Conferencia ha logrado penosamente fijar las reglas que cada Estado deberá seguir para compatibilizar sus emisiones de gas con efecto invernadero a partir de 2020. Al IPCC se le manda a sus queridos estudios, el «tener más ambición» es remitido a una fecha posterior y los países «en vías de desarrollo» deben contentarse con promesas vagas sobre el Fondo Verde para el clima.

Habla de urgencia a mi c…

La COP21 de París había fijado una dirección: «permanecer bien por debajo de 2ºC de calentamiento en relación a la era preindustrial a la vez que se continúan los esfuerzos para no superar 1,5ºC». En la estela de esta decisión, el IPCC había sido encargado de redactar un informe especial sobre los 1,5º C. Hecho público el pasado mes de octubre, este alarmante informe concluía afirmando en particular que la humanidad apenas dispone en estos momentos de una docena de años (es un máximo) para evitar un cataclismo de enorme amplitud, y que son indispensables cambios importantes a todos los niveles de la sociedad para reducir las emisiones de gas con efecto invernadero en un 50% en 2030 y anularlas completamente en 2050.

En Katowice, Estados Unidos, apoyado por Rusia, Arabia Saudita y Kuwait, han presionado para impedir que el grito de alarma de las y los científicos sea tomado en cuenta por los gobiernos del mundo. Lo lograron, porque finalmente la COP24 se ha limitado dar las gracias al IPCC por haber realizado su informe según los plazos marcados. La declaración de ocho páginas adoptada por la conferencia no hace ni una sola vez la menor alusión a la urgencia absoluta puesta en evidencia por el IPCC. Mientras los planes sobre el clima de los gobiernos nacionales («contribuciones nacionalmente determinadas» -CND- en la jerga) suponen la perspectiva de un calentamiento catastrófico de 2,7 a 3,7ºC, ningún Estado ha tomado medidas para reforzar sus compromisos. Más tarde se verá cómo llenar el foso entre las palabras de París y los actos de los gobiernos… si se llena.

Adiós a las responsabilidades diferenciadas

Que diera la espalda al diagnóstico del IPCC no es la única causa de indignación frente a esta COP. La Convención marco de Naciones Unidas sobre los Cambios Climáticos (Río 1992) estipula que el calentamiento es una «responsabilidad común pero diferenciada». Se trata por tanto de repartir los esfuerzos teniendo en cuenta el hecho de que los países llamados desarrollados son los principales responsables históricos del calentamiento. Desde el comienzo de las negociaciones, esta cláusula fundamental para los países del Sur está en el punto de mira de los países ricos, particularmente de Estados Unidos. Ahora bien, con el pretexto de la uniformización de los procedimientos para contabilizar las emisiones, la COP24 marca una nueva etapa de su progresivo escamoteo.

En efecto, la COP24 ha decidido que las emisiones de CO2 de un país rico -que perfectamente podría dejar de quemar carbón para producir electricidad de forma inmediata- son puestas en pie de igualdad con las de un país pobre, que no tiene los medios financieros y tecnológicos necesarios para desarrollar alternativas verdes. Esta equivalencia estaría justificada si, de forma real, la ayuda de los países desarrollados a la transición energética de los países del Sur fuera real, sustancial, incondicional y proporcional a las responsabilidades históricas. Pero no es éste el caso. Los cien mil millones por año del «fondo verde para el clima» prometidos a partir de 2020 (una suma muy insuficiente para financiar la transición y la adaptación) siguen siendo sobre todo una promesa en el papel, y los países ricos se hacen los sordos cuando los más pobres demandan ser indemnizados por las pérdidas y los daños (losses and damages) causados en sus países por tifones más violentos y demás acontecimientos meteorológicos extremos.

De forma cínica, quienes como Trump niegan la realidad del cambio climático antrópico -cuando ellos son los principales responsables- no dudan en pretextar «la urgencia ecológica» para ahogar el tema de la justicia social. Justicia en las relaciones Norte-Sur, evidentemente, pero también en las relaciones entre ricos y pobres, tanto en el Norte como en el Sur. El movimiento de los chalecos amarillos muestra claramente que no hay salida a la crisis climática a través de una política neoliberal que, por un lado, hace regalos a la gente rica en nombre de la competitividad y, por otro, impone impuestos a la gente pobre en nombre de la ecología. Sin embargo, esta es la política hipócrita e injusta la que los gobiernos quieren intensificar en nombre de la salvación del clima. En particular mediante el establecimiento (pospuesto a una COP posterior) de un precio mundial del carbono y de un nuevo «mecanismo de mercado» para generalizar la mercantilización de los ecosistemas, con derechos de emisiones intercambiables a voluntad.

¿El crecimiento o el clima? ¿Jesús o Barrabás?

Al finalizar esta COP, los comentarios de la mayor parte de las y los observadores oscilan entre la imagen del vaso medio lleno y la del vaso medio vacío. Se deplora la lentitud de la puesta en marcha del buen acuerdo de París. Pero esta lentitud no deriva únicamente de la mala presidencia polaca de la COP, de su sumisión a los intereses de la industria del carbón (la COP24 estaba patrocinada por el mayor explotador hullero europeo), o de la crisis que el malvado Trump ha abierto en el modelo multilateral de gestión de las relaciones internacionales… En realidad, se debe fundamentalmente a la imposibilidad de resolver la ecuación climática sin romper con la lógica productivista del capitalismo. Lo que nos invita a reexaminar lo no dicho de la COP21, para ver el lado oscuro del buen acuerdo de París…

Salvar el clima implica frenar el crecimiento. Es preciso, por decirlo sencillamente, producir menos y compartir más, algo de lo que el capitalismo es rigurosamente incapaz. Hay, en otros términos, un antagonismo profundo entre la solución de la crisis climática, de una parte, y la lógica capitalista de acumulación de la otra. Desde hace un cuarto de siglo, las COP no hacen sino dar vueltas alrededor de este dilema: ¿el crecimiento o el clima? ¿Jesús o Barrabás? El acuerdo de París dio la impresión de que se había encontrado una solución, pero no era sino una declaración de intenciones, un juego de manos. Porque en los pasillos, el «buen acuerdo» estaba sustentado en un proyecto capitalista loco y criminal: la «superación temporal» del umbral de peligrosidad del calentamiento. Barrabás libre, Cristo en la cruz, y Pilatos se lava las manos.

Un escenario de aprendices de brujo

La idea es la siguiente: el listón de los 1,5º C será franqueado en 2030-2040 -¡crecimiento para el beneficio obliga!- pero «tecnologías de emisiones negativas» y la geoingeniería permitirán enfriar el clima en la segunda mitad del siglo. Dormid tranquilas, buenas gentes, todo está bajo control… Implícito en el acuerdo de París, este escenario es ya completamente explícito en las publicaciones científicas que sirven de base a las y los negociadores climáticos; incluso en los trabajos del IPCC.

Este proyecto de «superación temporal» es digno de aprendices de brujo, al menos por dos razones: 1ª) las tecnologías en cuestión son hipotéticas, incluso peligrosas (ecológica y socialmente) y 2ª) catástrofes irreversibles -por ejemplo, ¡una dislocación de los casquetes glaciares que provoquen una subida de varios metros del nivel de los océanos!- podrían producirse durante el intervalo. Pero las élites prestan mucha atención a los aprendices de brujo, pues su solución parece permitir retrasar el dilema del crecimiento para más tarde. Como consecuencia, deja a las multinacionales del sector de los combustibles fósiles y a los bancos que las financian el tiempo necesario para la rentabilización de sus enormes inversiones en el carbón, el petróleo, el gas. De facto, la alianza entre sector fósil y el de las finanzas dicta el ritmo y las formas de la transición energética.

Totalmente dedicadas a los imperativos de la ganancia, de la competitividad (entre empresas, pero también entre Estados protectores de sus empresas), los negociadores y negociadoras solo demandan creer que el Dios de la Tecnología vendrá al rescate de su economía de mercado y de su corolario: el crecimiento infinito. De ahí su indiferencia ante la catástrofe en curso y su entusiasmo, incluso su sinceridad, en (intentar hacernos) creer que han realizado un acuerdo histórico; uno más. Durante la catástrofe, la comedia continúa.

Justicia social, justicia climática: un mismo combate

Tras esta COP24, una cosa debería quedar clara como el agua: no hay nada, estrictamente nada que esperar de los gobiernos, de Naciones Unidas, del «diálogo de Talanoa» 1/, de la «High Ambition Coalition» 2/, etc. Hay que abandonar radicalmente toda ilusión sobre la posibilidad de convencer a toda esa gente responsable del caos, quienesquiera que sean, de la ventaja que tendrían en «tomar el liderazgo» para «realzar las ambiciones» pilotando una «transición justa» hacia un «desarrollo sostenible», etc.,, etc. Les importa un pimiento y punto. Todo ese bla-bla-bla, toda esa escenificación solo tiene un objetivo: adormecer a los pueblos, neutralizar su reflexión, paralizar sus organizaciones. Es la estrategia de la araña. Colaborar, es dejarse atrapar en su tela de araña.

En Bélgica, el callejón sin salida de la colaboración de las grandes asociaciones medioambientalistas (y de las direcciones sindicales que las apoyan) se ha hecho evidente. En efecto, al día siguiente de la enorme manifestación sobre el clima de comienzos de diciembre (75.000 personas en Bruselas), la Coalición clima y el Clima exprés rogaron al gobierno de derechas que no dimita, mientras que Greenpeace suplicaba al rey que convenciera a la clase política de la urgencia climática. Sin éxito, evidentemente. ¿No es evidente que esta vía no tiene salida? Cuando todos los recursos terrestres hayan sido agotados, no quedará sino implorar una intervención divina…

Este callejón sin salida es completamente similar al que las direcciones sindicales se hundieron, a finales de 2014, deteniendo su plan de acción «para dar una oportunidad a la concertación». Se sabe lo que ocurrió: el gobierno de derechas se sintió más seguro y ha ido desmantelando una tras otra numerosas conquistas sociales.

Ya sea en materia social o en materia medioambiental, la conclusión es clara: el único lenguaje que comprenden las y los dirigentes es el de la fuerza. Hay por tanto que construir una correlación de fuerzas y, para ello, solo hay un medio: unir las luchas por la justicia climática y por la justicia social en una perspectiva anticapitalista.

Traducción: Faustino Eguberri para viento sur

1/ Para hacerse una idea de lo que es el Diálogo de Talanoa, en versión «oficial», ver https://actionlac.net/dialogo-de-talanoa-redoblando-los-esfuerzos-en-la-lucha-ante-el-cambio-climatico/ y https://unfccc.int/es/news/la-onu-lanza-un-portal-para-el-dialogo-de-talanoa-con-el-objetivo-de-aumentar-la-ambicion-climatica ndt.

2/ High Ambition Coalition: Coalición que desde 2015 impulsan la Unión Europea y algunos Estados -una treintena en total- en vías de desarrollo en las negociaciones climáticas ndt.

 

 

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